Manuel Contreras

NO

Es necesario rehabilitar el «no» como imprescindible en nuestro vocabulario y articular la palabra con determinación

Las agresiones de hijos a padres se han duplicado en cinco años ABC

Manuel Contreras

Uno de los grandes problemas de fondo de la sociedad actual, origen de numerosos conflictos, es el progresivo abandono de la palabra «no». La negación es antipática y represiva, un concepto incómodo que requiere coraje en su formulación. Decir «no» va contra todos los valores identitarios del Estado del Bienestar y de la modernidad: la tolerancia, la bondad, el diálogo, la comprensión, el entendimiento o la transigencia. Las administraciones evitan las prohibiciones, los políticos erradican las negativas y los padres rehusan las censuras. Percibimos el «no» como una privación de libertad, una intolerable conculcación de derechos fundamentales. Pero es más bien al revés; sin unas reglas del juego la sociedad no es libre, sino liberticida.

Hoy informa ABC de que los casos de violencia de hijos a padres se han duplicado en los últimos cinco años. La estadística es dramática, por cuanto supone la más elemental subversión del orden establecido: quien no respeta a sus padres no va a respetar nunca autoridad alguna. La situación es probablemente peor, porque es fácil intuir que proliferan otros muchos casos que nunca lleguen a la denuncia formal. El desuso del «no» tiene sin duda una íntima relación con este deterioro drástico de la convivencia familiar; los padres tendemos a renunciar a ejercer la autoridad en el convencimiento de que una vida sin fustraciones es una vida más feliz. Pero el resultado de esta inhibición no son niños más felices, sino seres asociales incapaces de tolerar una negativa y con sentimientos atrofiados. El psicólogo Javier Urra resume la situación con un testimonio demoledor de su experiencia profesional: «Los chicos lloran porque quieren querer a sus padres, pero no saben cómo». Es muy difícil amar a quien nunca te ha hecho sufrir.

Pero no es un fenómeno estrictamente familiar, porque esta hipertolerancia se da igualmente en la escuela, en la publicidad o en cualquier ámbito infantil. Los pequeños reciben estímulos sobre sus derechos, rara vez sobre sus obligaciones. Los padres y la administración tendemos a asumir que la infancia es un edén invulnerable en el que no tienen cabida sufrimientos traumáticos como un castigo doméstico o un suspenso escolar. Ansiamos procurarles la felicidad inmediata, pero esa satisfacción gratuita no es educativa ni reconfortante. Los psicólogos hablan de la resiliencia, la fortaleza para soportar el sufrimiento, como un factor clave para la felicidad. Y la resiliencia sólo se forja a base de negativas y fustraciones. Es necesario rehabilitar el «no» como una palabra imprescindible en nuestro vocabulario y tener el coraje para articularla con determinación. Un «no» razonado es mucho más generoso que un «sí» condescendiente. Cuando se dice que «no» a un niño que llora podemos sentir una puñalada en nuestro amor por él, pero en realidad le estamos indicando el camino hacia la felicidad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación