Elogio de la calor

Relajados por la ausencia del estrés, el verano es un alivio tan paradójico como incomprendido

Francisco Robles

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Titular este Nodo con el elogio del calor es algo que va más allá de la provocación . De momento hay que decir que el articulista no está llamado a elogiar lo elogiable, o sea, a señalar la obviedad de lo obvio. Elogiar la primavera , con sus temperaturas suaves y sus cielos impecablemente azules que luego no lo son tanto, está chupado . O alabar las tarde doradas y agradables de ese otoño en el que Sevilla luce como nadie y como nunca . Aquí lo que tiene mérito es elogiar el duro verano sevillano de sangre, sudor e hierro en el poema que Manuel Machado le dedicó al Cid en el destierro. Elogiar ese exilio interior del que goza el sevillano en los días más tórridos del verano es el mejor camino para iniciar esta alabanza estival. Exilio de interiores frescos y en penumbra, como los que describe y postula Tanizaki en su intimista Elogio de la sombra.

Ese retiro propicio para la lectura , la meditación, la música profunda o el pensamiento fértil es la primera consecuencia positiva del calor. A cambio, los políticos se retiran de la primera línea de fuego en cuanto el fogoso Lorenzo pega fuerte en las calles vacías, en las plazas desiertas. Eso es impagable : ese silencio de los que se llevan todo el año dando la tabarra con sus consignas repetidas hasta la náusea o la saciedad, a elegir. L os barandas se largan a la playa, a la sierra o al crucero de turno , con la cena del capitán incluida: hay gente pa tó. La ciudad se queda a solas consigo misma. Y podemos pasearla con la sola compañía del eco que nos acompaña con nuestros pasos. De vez en cuando, un helado que nos reconcilia con la ilusión de la infancia, o un fantita que nos devuelve al territorio chispeante de la adolescencia. La cerveza helada o el tinto de verano con iceberg demuestran, de forma objetiva, que disfrutar del verano no solo es posible: es casi obligatorio.

Relajados por la ausencia del estrés, el verano es un alivio tan paradójico como incomprendido

Relajados por la ausencia del estrés que nos acecha y nos atenaza, con la presión arterial y laboral por los suelos, el verano es un alivio tan paradójico como incomprendido . Por eso es digno de elogio este paréntesis de agosto que llega encendido, con alertas naranjas o del color de la sandía, con el aire que no quema tanto como la obsesión que nos inunda durante el resto del año por trabajar más que nadie, por triunfar en esta vida abocada al fracaso de la muerte : cuando el articulista se pone trascendente, tira una manta en el suelo y se harta de dormir, como reza la letra de la soleá de Triana.

Montémonos en esta ola de calor y disfrutemos de este agosto que entra con fuerza en los almanaques de la flama. Dejemos que el cuerpo se aclimate a la galbana, al amanglamiento que nos reconcilia con esa laxitud que los más cultos llaman el dolce far niente. Y cuando el calor apriete, que cada uno se ponga epicúreo y piense que, si sudamos, es porque estamos vivos . Y coleando. Y que eso es lo único que importa.

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