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El efecto San Telmo

El alcázar abadí es el primer palacio que levanta la Sevilla independiente andalusí

Felix Machuca

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EL poder, que solo aspira a serlo y perpetuarse, a través del miedo, el mito y las leyes que genera o degenera, siempre tuvo la necesidad física de expresarse de forma sólida y contundente. El equipo arqueológico de Miguel Ángel Tabales acaba de descubrirnos un empeño más de esa pulsión indeclinable y necesaria en los hombres: la de expresar su poder para afirmarse contra el de otro. Y en las casas del Patio de Banderas del Alcázar ha abierto una ventana al pasado para mostrarnos una hermosa y bella arquitectura palatina que envolvía en las galas de sus frescos y columnas la expresión del poder de los abadíes. Los arqueólogos han dado con algo que, desde tiempo atrás, intuían pero que no lograban demostrar científicamente. El palacio de Almutamid. El arranque seminal del Alcázar sevillano. Que lejos de lo que el mito y algunas escuelas historicistas mantenían, no fue obra de Abderramán III, sumamente preocupado en el siglo X, en levantarle a su preferida el palacio de Medina Azahara, una de las más bellas expresiones arquitectónicas del poder. Los ojos de Abderramán III siempre estuvieron clavados en hacer de Córdoba la capital del mundo. Por lo que algunos estudiosos no descartan que la Sevilla califal no dejara de ser una ciudad en pleno ejercicio de supervivencia en su declinante vida desde que a Roma le espantaron las águilas imperiales. Dinero, inversiones, artistas, arquitectos y orfebres se encargaron de hacer de Córdoba diez Damascos y veinte Romas juntas. La ciudad más hermosa y confortable del mundo. Y gracias al oro de las minas de los negros del Níger, como ha demostrado recientemente José Luis Villar en su tesis doctoral, Abderramán levantó Medina Azahara. El resto del califato podía esperar.

Y Sevilla esperó hasta que una familia local, con poder y ambición de mostrarse en su esplendor en el escaparate de la historia, convirtió a la ciudad en independiente. En la capital de un reino taifa que abarcaba, con las manos extendidas como una plegaria del profeta, desde el Algarve portugués hasta el levante murciano. Aquella familia le había echado un pulso al califa y al destino para convertirse en la capital de un reino fascinante. Algunos han interpretado la fragmentación taifal del territorio unido del califato como un evidente signo de decadencia política y militar del mundo andalusí. Otros, en cambio, consideran que jamás las artes, la medicina, la astronomía, la agricultura, la poesía, las matemáticas y la investigación alcanzaron tanta excelencia como entonces. La razón podría estar en que las diferentes taifas competían en prestigio y exhibición. A ver quién la tiene más larga, expresado en términos groseramente gráficos pero muy entendibles. De ese nuevo orden nace el palacio de Almutamid descubierto por los científicos. Todos los nuevos reinos quisieron tener, por decirlo también muy gráficamente, su San Telmo palaciego.

Es curioso que para levantar ese primer complejo palatino del Alcázar, el rey independiente de Sevilla, lo hace destruyendo un barrio de muy buena factura que se levantó sobre una zona olvidada, degradada y abrasada desde el siglo tercero por un tsunami, una crisis imperial de caballo y cierto encogimiento de su puerto que ahogó a Hispalis y a Roma desde Marco Aurelio hasta el final del imperio. Esa zona, ubicada en el espacio que hoy ocupa el Archivo de Indias, la Catedral y el Alcázar, emergería en el siglo X y XI como un barrio residencial de evidente fuste, una especie de Heliópolis actual, a decir de algunos científicos. Pues sobre ese mismo barrio, Almutamid o su padre, deciden levantar lo que hoy la ciencia nos muestra. El palacio del primer rey independiente de Sevilla. Un hallazgo intuido y ahora científicamente probado por el carbono 14 y otras sólidas evidencias arqueológicas, entre las que no hay que descartar las artísticas. No deja de ser un guiño de la historia que, el Alcázar abadí, continúe su pelea protagonística en los mismos días que la Unesco declara a Medina Azahara patrimonio mundial. El poder, incluso vencido por el tiempo, sigue peleando por tener su sitio en la historia…

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