El Correo

Un periódico es el cedazo que separa la farfolla de la noticia. Exactamente el instrumento que necesita hoy la sociedad

Manifestación reciente de los trabajadores de El Correo de Andalucía ROCÍO RUZ
Manuel Contreras

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Una de las cabeceras de Sevilla, la más antigua, está muy cerca de cerrar sus puertas. El Correo de Andalucía, un periódico de raza que ha servido de cuna impagable a varias generaciones de periodistas de la ciudad, ha anunciado una huelga indefinida que puede significar el adiós definitivo a su cita con los quioscos después de casi 120 años de presencia ininterrumpida. Muchos de ustedes recibirán la noticia como un desagradable traspiés melancólico, otro jarrón de porcelana roto en la alacena de la nostalgia. Un nuevo adiós a un nombre señero que les evoca la infancia, como ha pasado con marcas, tiendas o cines de la ciudad. Quizás piensen que no es para tanto, porque si algo sobra en la vida moderna es oferta de información. Les bombardean a cada momento a través del móvil con alertas, tuits, notificaciones de facebook, comentarios, ofertas comerciales y propuestas gastronómicas; asomarse a una red social es sumirgirse en un océano de noticias y comentarios. Apuesto a que están saturados de información y piensan que en esta vorágine un periódico menos es una baja inapreciable. Es probable que para ustedes perder un periódico es como perder al abuelo: lo queríamos mucho pero su época ya había pasado. Ley de vida.

Pero es exactamente lo contrario. En esta barahúnda caótica, en este gallinero descontrolado de internet el único asidero legítimo son las cabeceras contrastadas. La revolución de las telecomunicaciones ha obrado de repente el milagro de dotar a cualquier ciudadano de la capacidad de difundir un mensaje a miles de personas, pero eso no convierte a cualquier hijo de vecino en un periodista. El incremento exponencial de los mensajes ha creado ruido, no información. El cambio ha sido tan rápido que estamos hipnotizados por el tsunami de contenidos que circula cada minuto ante nuestros ojos, pero este tumulto global y permanente no nos hace estar más informados, sino todo lo contrario. En este ruidoso caos el periodismo representa la única alternativa de seriedad, el timón al que hay que atarse en plena tormenta de mentiras y libelos. Un periódico es el cedazo que separa la farfolla de la noticia para interpretar éstas de acuerdo a unos principios editoriales. Esto es exactamente el instrumento que demanda hoy la sociedad.

Los periódicos, ya sean en formato papel o digital, son más necesarios que nunca. La pérdida de su rol dominante en la prescripción de la actualidad no es ajena al deterioro de la vida política y social en este país y en toda Europa. El crecimiento del odio y los extremismos ha ido parejo al derrumbe del modelo tradicional de fuentes informativas. La democratización extrema de la libertad de expresión, este guirigay en el que cualquiera se cree periodista, nos ha hecho paradójicamente menos libres. Por eso con El Correo no sólo desaparece un periódico, sino también una pieza del modelo de comunicación social que nos enseñó a vivir en paz.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación