MEMORIA DE DICIEMBRE

Canto de lotería

El Gordo que más te ha enriquecido no te lo chillaron nunca, te lo han susurrado muchas veces allí donde te decían «te quiero»

Una niña del colegio de San Ilfedonson cantando los números de la Lotería de Navidad EFE
Antonio García Barbeito

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Ibas por las calles del juego, en las lejanas mañanas del 22 de diciembre, y oías cómo de las casas donde había una radio escapaba la monótona música de aquellos niños que eran un revuelo de gorriones chillones buscando sitio en la noche del árbol; aquellas voces de alarmantes seises, sirena gutural donde todavía las voces no habían templado el bronce de la garganta y escapaban como un ensayo de viento adolescente que fuera, precipitado, tropezando en paredes de cristal roto.

No sabías entonces qué era aquel Gordo que la gente llevaba en el deseo de la boca, por más que te extrañaba comprobar que el interés no era saber el número premiado sino su terminación. Empezaron a hacerse cercanas las palabras reintegro, pedrea, aproximación, centena… Dedujiste más tarde que la gente, al fin, se conformaba con catar siquiera migajas de aquel convite de premios. Creciste entre sueños de escasez, a la espera de que a tu madre le tocaran los imposibles millones por una participación de un duro, o que tu padre se presentara en casa con un décimo regalado y premiado, que viniera a dejarte en las manos el tacto de los niños ricos. Nunca fue así, lo sabes. Y aunque vuelves a ilusionarte con cualquier número de cualquier sorteo, sabes que los premios que más te han llegado no te los cantaron niños chillones de ninguna mañana como esta. No descartas la probabilidad de un Gordo que tenga la misma cara de alguno de los décimos que juegas, pero ya tus loterías son otras. Más seguras, además. El Gordo que más te ha enriquecido no te lo chillaron nunca, te lo han susurrado muchas veces allí donde ni el aire se enteraba de que te decían «te quiero». Y también has considerado canto de lotería la llamada de un amigo que venía a decirte «qué te pasa», «quiero hablar contigo», «por qué no tomamos una copa, que hace mucho tiempo que no nos vemos». No, no es consuelo de quien jamás cogió de las loterías al uso más que una mínima parte de lo invertido; no es consuelo de desafortunado en el juego, es la consciente alegría del afortunado en afectos, en gente que lleva un premio dentro, siempre, y te lo cantan no cuando les parece sino cuando tú lo necesitas. Sabes que en cualquier esquina alguien puede cantarte el premio de un adiós, que en cualquier sitio te puedes encontrar un abrazo premiado, un beso que te saque de la pobreza de la tristeza, un te quiero que te enriquezca el alma. Por eso vas más a las administraciones del alma que a las de la lotería. Por eso en tu agenda hay tantos números premiados con el nombre de la gente que quieres.

antoniogbarbeito@gmail.com

Este artículo fue publicado el 22 de diciembre de 2011

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación