Las armas y las letras

El escritor debe denunciar, alto y claro, estos usos y estos abusos, y tener la valentía y el coraje de poner los puntos sobre las íes de la verdad

Francisco Robles

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La posmodernidad ha traído, entre otros males con gaseosa, la identificación del escritor con el pacifista blandiblú que pretende hacer la revolución pendiente desde el escritorio o desde el sofá de su casa a través de Internet. La complejidad del mensaje literario se reduciría, de esta forma amorfa, a la simpleza de la pancarta y la pegatina donde cabe el simplismo de las cuatro palabras que lo dicen todo…. aunque no digan nada: no a la guerra. Y poco más. De esta forma, el escritor pasaría a formar parte de la quinta columna que pretende arrebatarnos nuestras libertades y nuestra democracia. Porque todo ese entramado legal y constitucional que nos permite vivir libremente está amenazado por esas fuerzas del mal que pretenden retrotraernos al medievo en todos los planos, empezando por la sumisión de la mujer.

Tocamos aquí el punto clave del progresismo que va ligado con las fuerzas armadas. Cada euro invertido en Defensa es una apuesta por la libertad de los que más la necesitan. Así lo demuestran las intervenciones del Ejército en distintos lugares del mundo maltratado por las nuevas teocracias basadas en principios letales y reaccionarios. A esos pueblos del desierto liberal no se les libera con tuits ni con soflamas tibias y políticamente correctas, sino combatiendo a los que tienen la culpa de la represión que sufren sus sufridos habitantes. Los talibanes no atienden a razonamientos ni a negociaciones. Con ellos solo cabe el empleo de la fuerza democrática que los empuje fuera del poder que ejercen con mano de hierro. De hierro oxidado, como los principios trasnochados en los que se basa su omnímodo poder.

Los escritores, en este punto de la historia, debemos tomar ejemplo de esos héroes que se juegan literalmente la vida por defendernos del mal, como el comandante Franco que recibió el Premio Sabino Fernández Campo que concede nuestro ABC. Héroes así son los que nos faltan en esta sociedad adormecida por los cantos de sirena que aprovechan los enemigos de la paz y de la democracia para infiltrarse en nuestro sistema con el objetivo de corromperlo desde dentro. El escritor debe denunciar, alto y claro, estos usos y estos abusos, y tener la valentía y el coraje de poner los puntos sobre las íes de la verdad. Como si fuéramos reservistas de ese Ejército que echa mano de los profesionales que vuelven a su seno para defender nuestros valores ante la ola de pensamiento peligrosamente blando que se asienta en las conciencias del buenismo.

Como hiciera Garcilaso de la Vega en su día, las armas y las letras han de ir unidas en estos tiempos donde hacen falta reservistas que defiendan los valores de la España democrática y constitucional ante los desafíos que vienen desde el separatismo interior, y desde la amenaza exterior en forma de terrorismo isalmista. Son verdades incómodas para el progre del flower power, pero eso es lo que hay. Y para terminar, una frase que es algo más que un ingenioso calambur. La cultura de la defensa ha de ejercitarse porque solo así es posible la defensa de nuestra cultura.

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