OPINIÓN

376

Y para que esa idea no se quede en un eslógan vacío, todos tenemos nuestra parte de responsabilidad para lograr ese «buen lugar» atractivo todo el año

Hace dos días fue Domingo de Resurrección. Hace una semana, Martes Santo. Hace escasamente diez días, Domingo de Ramos y hace un año, 2 de abril, también lo era, pero el de 2023. ...

Hay otros cofrades que afirman, autorrefutándose, que una Semana Santa sin procesiones en las calles, ya bien sea por lluvia o por una pandemia, es motivo de cierto gozo por ser una oportunidad de vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de manera íntima. Otros difunden la idea de que una salida procesional cancelada es sinónimo de mayor ímpetu en la próxima. Algo muy dudoso, porque nadie garantiza que el año siguiente ésta se vaya a celebrar con normalidad. Descartados, por tanto, estos dos argumentos explicativos de lo vivido en la Semana Santa recién terminada, efectivamente, el único argumento que queda en pie es el relativo a vivir las hermandades todo el año de tal manera que la salida procesional sea una parte más, esencial, pero no exclusiva de la vida de un cofrade.

Y para que esa idea no se quede en un eslógan vacío, todos tenemos nuestra parte de responsabilidad para lograr ese «buen lugar» todo el año.

Fe, esperanza y caridad son las tres virtudes teologales del cristianismo y son, quizá, una vez más, la mejor guía a seguir para lograr ese deseo.

Porque, empezando por la base, por la Fe, las hermandades y los cofrades debemos, sin duda, cuidarla. Hacerla real, no superficial. Buscar la santidad y la ejemplaridad frente a la pérdida de valores que caracteriza a nuestra sociedad. Y en eso, el clero se debe implicar de manera eficaz. Primero, siendo también ejemplo de actitudes a seguir, y no detonadores de situaciones de discordia. Segundo, implicarse formando de manera útil. Y es que, es incomprensible, por ejemplo, que en una misa previa a una salida procesional, en la homilía, no se haga ni una sola alusión a cómo vivirla, a cómo rezar bajo un capirote. Como esa anécdota, otras tantas de la desconexión y la falta, a veces, de entendimiento de las hermandades por parte de cierto sector del clero como una oportunidad en una sociedad que ha descartado a Dios, pero en la que, de alguna manera, las cofradías, en lugares como Andalucía, evitan su total negación.

En segundo lugar, para que el año completo vivamos las hermandades, las mismas deben desprender una segunda virtud: la Esperanza. Para eso, deben ser lugares en los que haya ganas de seguir creciendo, de nuevos proyectos que unan y en los que los hermanos se impliquen, aunque requieran de tiempo, esfuerzo y sacrificio. Lugares de esperanza para conseguir entre todos los objetivos propuestos. Cuando hay una meta clara y correcta, el camino suele ser más luminoso y esperanzador. Lugares en los que no haya improvisación y capricho personal, sino excelencia y rigor.

En tercer y último lugar, no menos importante, reforzar la Caridad. Caridad, siguiendo con esa labor esencial de ayuda a los más olvidados que hacen las hermandades y cofradías, pero Caridad, también, entre nosotros mismos, evitando ser lugares de murmuración o falta de perdón, de enfrentamiento y división, copiando lo peor de lo mundano y lo que cualquier persona suele criticar del hedor que desprende la política.

Puede que solo así, haciendo de las hermandades lugares atractivos todo el año, con cultos y actividades en los que se crezca humana y espiritualmente, haremos realidad eso de que la salida procesional sea una pieza más de la vida anual de un cofrade. Aunque, pese a eso, no podremos olvidar que seguirá siendo la pieza principal, y que quedan 376 días para tener una oportunidad de volverla a recuperar.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios