Vota Superman

Segundas partes nunca fueron buenas (menos ‘El Padrino II’) y no hay dos sin tres, así que ya saben que lo que van a hacer hoy –depositar su voto, la rodaja de chorizo, la papeleta con sus ídolos sexuales de la infancia– no servirá de mucho, que digamos. ¿El resultado? Tampoco es que preocupe mucho al personal, más pendiente de si asciende a 2ª el Cádiz que de si gobiernan Naranjito, Bambi 2, VillaLengua o el Coletas (como prueba la programación televisiva local). Lo reconozco, estoy harto a niveles estratosféricos, de esos que afectan a la sanidad pública y privada. Me dan igual el Brexit, que Escocia quiera seguir en la UE o que Bale pase a ser extranjero no comunitario.

Hoy domingo voy a arrojar mis votos a la urna por obligación cívica, pues no tengo mucha confianza en la zahúrda de tahúres que busca dirigirnos. Ese gran invento que ha sido la hemeroteca política hace que sus vergüenzas se nos muestren en Full HD 1080 p., así que la preocupación con la que voy a mi colegio electoral –¿libre de amianto?– es del tipo: ¿a quién votaría el Capitán América? ¿Y Batman? ¿Y Deadpool? Es para pensárselo.

Leches, ¡hagamos el experimento! Deje por un momento el café con la tostada ahí quietos, suelte el cigarrillo, abandone el libro de ese autor que nadie conoce, y pregúntese: ‘¿Cuál es mi superhéroe favorito?’ Sí, sé que no todo el mundo es amante de los supertipos pero alguna preferencia debe tener Vd. (Anguita no vale). ¿Ya? Perfecto. Ahora, piense cuál debe ser la ideología de su paladín (no a la taza). ¿Es neoliberal y se preocupa de/por los mercados (con mayúscula)? ¿Consiente la corrupción siempre que traiga riqueza? ¿Su idealismo apesta a milonga? ¿Es un millonario bienhechor o un Robin Hood de barrio? Pues le doy un consejo: vote a quien votaría su héroe, porque el vecino elige al héroe y el héroe quiere que lo elija el vecino. El único problema sería que sus personajes favoritos fueran los zombies y como tales acudiera a votar, el carné mordido entre los dientes, privado de la capacidad de raciocinio y reflexión, esperando sólo que una bala cuartee su moribundo cerebro.