OPINIÓN

Un día usted morirá

No se preocupe, no se implique, no trate de cambiar el mundo. Para lo que nos queda en el convento...

Dice la OMS, da igual cuándo lea usted esta noticia, que se podrían prevenir al año millones de muertes si se evitaran determinadas cosas (aquí puede usted sugerir lo que quiera, desde comer grasas saturadas a practicar ‘balconing’ con algún bitterkas de más). En rigor, ... no se evita nada porque la muerte, que se viene tan callando, termina llegando a todos por igual, a quienes buscan adosado en Vistahermosa o a los que desgravan la reforma en el Cerro del Moro. Es un aplazamiento que llega a plazo fijo, aunque admita más prórrogas a quien más pueda sobornarle. Pero al final, esté en Fondo Sur o tenga una palquito en Tribuna, un día usted morirá.

Morirse no es tan grave, decía Ángel González antes de probarlo en carne propia, y le da a uno refugio ante todo lo que hay que cambiar, ante tantas decisiones que tomar. La barandilla de su bloque de vecinos puede estar hecha polvo y el portal necesitar una reforma. Pero usted no quiere cargar con el peso de hacerse un Juan Cuesta y cambiar las cosas desde dentro. Tampoco va a vivir ahí para siempre, porque un día usted morirá.

Quizá su barrio se está quedando vacío por las viviendas turísticas, o sin aparcamiento, o sin comercios donde poder dejar fiado hasta que se cobre. La asociación de vecinos le ha tentado un par de veces para que les ayude, para apuntalar los muros de la patria suya. Seamos francos, son líos que a uno no le reportan gran cosa y aunque está a punto de decir que sí, al final piensa que para qué. No se preocupe hombre, un día usted morirá.

Estamos en una triple campaña electoral en la que a los ciudadanos nos toman por tontos. No los culpo, hacen bien. Cada uno en nuestro bando nos aferramos a la esperanza de que quienes están en frente lo sean más y me temo que no todos podemos tener razón. Podría usted dejar de ser sólo el nombre al que va la montaña de propaganda con caras llenas de sonrisas, implicarse en su sociedad, conocer al menos los programas y no dejarse llevar por eslóganes fáciles, banderas oscilantes y odios inventados. O votar al que más grita porque todos son iguales y, al fin y al cabo, un día usted morirá.

La columna, lo reconozco, no ha sido un derroche de optimismo. Podría haber buscado otro tema, combinado con más tino palabras y metáforas. Pero es el espíritu del tiempo de la televisión a la carta y la mensajería instatánea. Dejar que todo se escape porque, al fin y al cabo, un día usted moría.

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