TRIBUNA LIBRE

Refugiados: ignorancia, mentiras y televisión

La emigración es el mayor problema que tiene hoy la Europa comunitaria

INOCENCIO F. ARIAS

No llamamos a las cosas por su nombre. Comencemos con los ‘refugiados’ del barco. En su inmensa mayoría no son refugiados, son emigrantes, nadie los persigue por razones políticas o por su etnia. Quieren mejorar su vida, salir de la penuria. Igual que los centenares o miles que se agolpan en la frontera de Ceuta y Melilla para saltar la verja y que paramos por razones obvias.

Hablar, con el buenismo que nos caracteriza para hacer titulares, de refugiados políticos es totalmente engañoso. Son emigrantes. Explicar, como el burgomaestre de Valencia, que hay que abrir las puertas porque somos un país mediterráneo y siendo el Mediterráneo ‘un mar de culturas’ sería trágico que los abandonáramos en él, es muy bonito, otro titular bonito, pero incongruente. Mares de cultura hay muchos y eso no implica que tengas que franquear la entrada a todo el que llegue. El caso del Aquarius es una situación desesperada, no critico el gesto, algo excepcional que si produce un efecto llamada, será lógico, nos planteará problemas de consideración, humanos, económicos y políticos. La podredumbre en África no va súbitamente a desaparecer y ya habrá centenares de miles de jóvenes, en Liberia, Nigeria, Mali, Sudán, Mauritania… que han oído que en Europa un país los ha rechazado mientras que otro los admite. Los hemos atraído.

Otra evidencia: La emigración, no el euro, ni el Brexit ni Trump, escollos gordos todos estos, es el mayor problema que tiene hoy la Europa comunitaria. El nuestro es Cataluña –aunque muchos españoles no se den cuenta– el de Europa la emigración. Ha provocado que los británicos voten sí a la salida de la Unión, ha cambiado gobiernos –Austria, Hungría, Italia–, hizo perder posiciones en las elecciones a la omnipotente Merkel por su generosa política migratoria, ha abierto ahora una brecha grave en su gobierno con la importante ala bávara diciendo por boca nada menos que del ministro del Interior Seehofer que ya está bien, y refuerza al grupo de administraciones euroescépticas.

Los partidos políticos tradicionales ven que la marea migratoria hace subir como la espuma a populistas de derecha que dejan de ser marginales en el parlamento.

Ya hay dos bloques en el tema migratorio y fricciones visibles entre gobiernos. El italiano Sanguini, el político que ha rechazado el barco, se queja, no sin razón en este punto, de que a su país han llegado 600.000 emigrantes en unos dos años y que aún le quedan 500.000 porque los socios europeos miran para otra parte. Nadie, con la excepción de Alemania y Suecia, cumple su cuota. Denuncia otro eufemismo, muchos hablan de solidaridad –Macron ha tachado de irresponsable y cínica a Italia por el rechazo al Aquarius que, por cierto, era un barco de una ONG gala– pero Francia sólo ha acogido a 640 personas de las 11.000 que le correspondían. El paralenguaje poético, mezcla de querencias solidarias con ribetes de cinismo, también se da en otras latitudes, Méjico lamenta el muro ‘nonnato’ de Trump y el tramo que creó Clinton pero expulsa cada años a miles de centroamericanos ilegales.

A los que tocamos el asunto se nos llena la boca pregonando que se trata de un tema europeo y que Bruselas debe hincarle el diente seriamente. Los parches puntuales son eso, parches. No es de recibo que Grecia, Italia y en menor medida España, donde ha aumentado el número de pateras este año, asuman la carga por ser fronterizos. Acertamos en la denuncia aunque, de nuevo, comentaristas y responsables de ONGs simplificamos con cierta ignorancia. El último mantra taumatúrgico es que hay que atajar el problema de raíz acudiendo a los países de salida, invirtiendo, ayudándoles, etc… Personalmente, fui Secretario de Estado de Cooperación, estoy por la labor. Hay que aclarar, con todo, al ciudadano reconfortado con la frase que esto no arreglará la cuestión a corto plazo e implicará un costo no pequeño en su bienestar. Invertir en esos países africanos, en Siria, Afganistán… exige desembolsos MASIVOS. Aumentar la ayuda al desarrollo de 0’3 al 0’7 no basta. Es calderilla. Llegar al 1’2 ó 1’5% como algún país nórdico significará congelar las pensiones o la becas o no aumentar el dinero a la investigación, atrasar la llegada del ave a un punto determinado(¿Galicia, Murcia, Granada?), hacer ocho hospitales menos, convocar menos plazas en la enseñanza o en la policía. El tajo tradicional a Defensa o a Exteriores, recortes miopes en estos momentos por la amenaza exterior yihadista y por la campaña publicitaria de los separatistas, es insuficiente. Convencer a la empresa privada de que invierta en estados fallidos o inestables es una quimera.

Lo que nos lleva a recordar al ciudadano solidario complacido lo que puede significar atajar el problema en la raíz. Puede acarrear enviar contingentes militares, no simbólicos, para establecer el orden. Decidida a pacificar verdaderamente un país fallido, donde pululan diversas facciones militares en una guerra larvada que crea el éxodo de algunos que nos llegan, la Unión (Estados Unidos, escaldado, nos llama gorrones y a Rusia estos temas no le interesan) tendría que enviar contingentes nutridos. Numerosos. No sé si nuestra opinión pública o la europea están dispuestas a asumir ese coste humano –en la guerra hay bajas– y económico.

Nuestro nuevo gobierno quiere mostrar un corazón sensible, lo que es loable, al tiempo que surfea, todo es política en la vida, en las rentables imágenes televisivas. Uno puede preguntarse por qué tanto desvelo publicitario con el barco y tan poco con los que llegan a Andalucía por idénticas razones de subsistencia , 3.400 en mayo y unos 120 menores no acompañados en lo que va de año. La vicepresidenta del gobierno ha manifestado que la seguridad en la frontera no puede ir en contra del respeto a los derechos humanos. Atinada afirmación a la que nuestros eficaces servicios de seguridad, que trabajan con escasos medios, replicarán, dándole la vuelta, que el respeto a los derechos humanos no debe estar reñido con mantener la seguridad en la frontera. También llevarán razón. Apuntar, como insinúan algunos que por solidaridad España debe abrir sus puertas –¿de par en par?– es un ejemplo de ignorancia, cinismo o inconsciencia seráfica. En esta última se sumergía Zapatero cuando visitando la frontera yanqui-mejicana tuvo la ocurrencia de decir que no hay muro que no pueda ser superado por la amistad, la solidaridad, bla, bla, bla… Lo que cuando alguien comentó en la Casa Blanca que la puya a Estados Unidos la había proferido un político aliado que tenía vallas en su sur y que recientemente las había agrandado no debió sentar muy bien al Presidente Bush y sus corifeos.

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