La Voz de Cádiz

La rabia, la prisa y la inocencia

Resulta difícil ejercer la pausa y la prudencia ante determinados delitos supuestos. Pero es imprescindible

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Cualquier opinión sobre los delitos más dolorosos –de la corrupción en los partidos políticos y las instituciones a la pederastia o la violencia de género, de cualquier ataque a los más débiles a la estafa contra los más vulnerables– resulta contaminada por los sentimientos. Todas las opiniones de todos los ciudadanos están cruzadas de la justa indignación que sigue guardada en nuestras cabezas, o nuestros corazones, desde que supimos de algún caso cruel y anterior. En cada frase que pide justicia rápida y contundente hay ojos ensangrentados, llenos de rabia legítima que pide un escarmiento.

En ese escenario, que compartimos todos, es muy difícil tirar de sensatez y entender que España es, ahora, un país menos corrupto, menos violento, menos inseguro, de lo que lo fue hace unos años.

Aunque resulte obvio, no es evidente para casi nadie. Parece indiscutible que cuando las malas prácticas se persiguen se está más cerca de erradicarlas o reducirlas. Es decir, la proliferación de denuncias y juicios que suele crear la sensación de impunidad generalizada demuestra realmente lo contrario. Los impunes serían dichosos si nunca hubiera un caso del que opinar, si no se les juzgara. Hace muchos años, cuando nadie tenía esta sensación asfixiante de injusticia omnipresente, muchas de esas agresiones o artimañas estaban en marcha, en pleno vigor, y no se hablaba de ellas. Ahora, a diario.

Del mismo modo que resulta complicado defender esa tesis, también es muy delicado defender la presunción de inocencia. La sucesión de casos y su gravedad lo convierte en una tarea titánica para el ciudadano. Es demasiado fácil dejarse llevar por el enfado y considerar que, de tantos casos, muchos serán crímenes que acabarán en condena. El problema es distinguir cuales. Para eso, es necesario esperar. Caer en la precipitación casi nunca conducen a nada bueno.

Lo acaba de demostrar el Tribunal Supremo que dado respaldo a la exculpación por abusos del exdirector del colegio de Salesianos. Nadie le quitará la pena de telediario, la de titulares. Nadie debe obviar los reproches que se le hacen en las sentencias pero, sencillamente, es inocente de abusos. Dos veces, dos tribunales, lo han dicho. Es el problema de la prisa y de la hipersensibilidad ante la delincuencia posible. Bastante comprensible ante el panorama, por otra parte. Pero inconveniente en la inmensa mayoría de casos.

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