OPINIÓN

A Madrid por Caracas

«¿Cuántas asociaciones de toda clase controla la izquierda? En ciudades discretas como la nuestra están en todas»

Antonio Vázquez

Enrique P. García-Agulló

Un buen amigo mío que tuvo altísimas responsabilidades en la política venezolana hace ya años que me advirtió del proceso de entrada en España de 'la izquierda populista' porque, después del fracaso del sistema soviético y tras la caída del Muro, la vieron emerger en su país al son político cubano para intentar por ese nuevo camino perpetuarse en el poder que, como bien se sabe, es el objetivo final del marxismo.

En política, a la derecha española le falta fuste y le sobra, entiéndanme, 'testosterona política' y, aunque no queramos, prima aún mucho lo del Cid Campeador o aquello de 'impasible el ademán' que, la verdad, no he sido yo muy capaz de entender qué se quiso decir con tal soflama. La izquierda, una vez resuelto el voto, renuncia al individuo elegido, se somete a su partido o a sus consignas populares y, de ahí, ese aprecio por las algaradas a las que les convocan, el apego a las manifestaciones, el repetir día por día 'la calle es mía' o su incardinación en todos los movimientos sociales que se propician desde su espacio político.

¿Cuántas asociaciones de toda clase controla la izquierda? Yo qué sé, pero en estas ciudades discretas, de tamaño y población como la nuestra, se puede advertir sin errar en demasía que todos están en todas. En derechos humanos, en emigrantes, en las vecinales, en las feministas , en las de amistad con el pueblo de no sé dónde, las de los animalistas, las antiamericanas, las anticapitalistas, las proteccionistas, qué sé yo, todos en todas y al son de las batucadas, porque hoy es fiesta y mañana también.

Ni en los peores momentos, el centro-derecha en España se une sino que tiende vertiginosamente a desunirse y, aún más en lo regional que, con todo ese coladero que impulsa la presente normativa electoral por provincias, consigue el fascinante espectáculo de dejar ver, sin pudor alguno, a todas esas derechas nacionalistas en férrea unión con las fuerzas de izquierda sólo por aquello del parné, cosa que les pasa mucho a los del PNV o a los de la extinta Convergencia de Cataluña.

Los franceses, con una fuerte impronta mediterránea, es verdad que son adictos a lo de las manifestaciones en la calle pero, a la hora de jugarse las papas, se inventaron lo de la segunda vuelta . Del resto de países mediterráneos no hay mucho más que mirar lo que pasa en sus riberas y así se pueden entender las cuestiones separatistas catalanas, valencianas o baleares como las cosas que pasan en las cuestiones políticas italianas, las griegas y hasta en las balcánicas.

Pero los electores españoles sólo decidimos cada cuatro años o, en cada proceso electoral , muy poco o nada entre votación y votación. Cuando un representante del pueblo sale elegido tiende a convertirse en otra cosa. Así, si es municipal, presume de gestor; si es provincial, agradecido al partido que le ha nombrado; si es autonómico, a esperar el salto a Madrid y, si es nacional, a ser siempre fiel al aparato para que se le vuelva a situar en un buen lugar en las próximas listas electorales.

Así que, visto como se está poniendo el patio, tendremos que citarnos hasta las próximas elecciones en las que, si no defendemos un centro políticamente unido, moderno y solidario, sólo nos va a quedar el panorama caraqueño, una izquierda unida en el poder por sus intereses y una oposición desunida por mil cosas. Cuenten los años que llevan los de Chávez y Maduro en el poder , fíjense en los logros políticos de los maltratados Capriles o Guaidó y pónganse a esperar a ver cuándo pueda llegar el cambio.

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