Las verdaderas dos Españas

El anteproyecto de presupuestos del Gobierno y la reforma fiscal de la Junta han dejado perfectamente claras las dos formas de hacer política en este país: el gasto desmesurado e irresponsable frente a las políticas liberales de rebajas de impuestos

La ministra Montero ha calificado el anteproyecto de los presupuestos como "muy bonito". L. V.

Vivimos tiempos de infernal ruido mediático, de saturación en redes sociales. Tiempos de noticias efímeras que apenas duran unas horas antes de morir devoradas por la siguiente. Nos toca transitar por una era marcada por los ‘clickbaits’ –malditos anglicismos importados por mediocres que quieren parecer ... algo– y por reiterativas opiniones sobre los más variados asuntos. Ya sabe, desde los virus a las pandemias, los incendios, las danas, los volcanes y la convocatoria de la selección nacional de fútbol. Tiempos en los que resultan inalcanzables la pausa, el sosiego, la tranquilidad suficiente para detenernos un momento a analizar. A elegir la información que de verdad nos interesa y destriparla antes de que ella nos destripe a nosotros.

Si lo tuviéramos –ese tiempo digo– habríamos caído en la cuenta de que el pasado jueves se nos presentó una oportunidad inmejorable para estudiar y comparar con cierto detalle las dos formas de hacer política que existen actualmente en nuestro país. Por un lado, la del Gobierno de España, que presentó su anteproyecto de presupuestos para el año próximo. Una ley «muy bonita», como lo definió la propia ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Unas cuentas «a las que es difícil decir que no», según señaló la vicepresidenta podemita Yolanda Díaz. Y es que nunca hubo mayor gasto social, nunca mayores regalías para los funcionarios, para los jóvenes, para los jubilados. Sencillamente porque nunca antes hubo una pandemia como la vivida en los últimos 20 meses ni una inyección de dinero como la que nos ha enchufado la Unión Europea. Una ingente cantidad de pasta que el Gobierno no duda en despilfarrar con fines puramente electoralistas. El objetivo es que millones de españoles sean conscientes de lo «bonitas» que son las cuentas que ellos han pergreñado. Lo que no dicen ni Montero, ni Díaz, ni por supuesto Pedro Sánchez, es que algún día alguien pasará la factura. De hecho ya se está pasando. Y que para pagarla, la única solución –su única solución– será subir impuestos. Es decir, una aplicación literal del tan español «pan para hoy y hambre para mañana».

Por contra, el mismo día, el Gobierno de la Junta de Andalucía presentaba su reforma fiscal, que plantea una bajada masiva de impuestos vía deducciones en tarifas sobre la renta, la vivienda, las herencias. Es decir, la aplicación de las políticas liberales que, según ha demostrado la historia a lo largo de los siglos, han traído mayor prosperidad a los países que las han aplicado. Usted cúbrame bien cubiertas las necesidades más básicas, como la educación o la sanidad. Usted haga buenas infraestructuras. Usted proteja a los que de verdad lo necesitan y lo están pasando realmente mal. Y a partir de ahí déjeme que yo decida si quiero ir al cine, comprarme un libro, ir a los toros o lo que me venga en gana.

Ya ven. Dos modelos bien diferentes. Uno que a medio plazo lleva indefectiblemente a la ruina y otro que, bien gestionado, genera prosperidad y riqueza. Pero ya les digo. Ni olerlo. Vivimos tiempos de informaciones fugaces, de cero análisis. Tiempos en los que, cuando vuelvan las vacas flacas –que volverán y pronto– sólo recordaremos que las cuentas de 2022 eran «muy bonitas».

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