Más vale tarde que nunca

Aunque algunos de los acusados en el 'caso ERE' hayan fallecido y la mayoría estén ya en la recta final de sus vidas, la Justicia debe caer sobre los culpables con toda su crudeza aunque sólo sea por evitar tentaciones a los actuales políticos

José Antonio Griñán y Manuel Chaves, durante su larga etapa en el gobierno de la Junta de Andalucía ABC

Hubo un tiempo en el que eran los reyes del mambo. O eso se creían. Se paseaban por toda Andalucía rodeados de asesores, habitualmente con paso firme y discurso grandilocuente. Un «sí» o un «no» suyo podía suponer el despegue de una empresa amiga, vía ... subvención pública, o su hundimiento definitivo. Una simple llamada telefónica podía equivaler a un cargo en un ‘chiringuito’ de cualquier administración paralela, léase la Faffe, por citar una. Una reunión de no más de quince minutos podía perfectamente concluir con la firma de un acuerdo para prejubilar a casi media plantilla de, pongamos por ejemplo, un medio de comunicación afín. De buena tinta, se lo aseguro.

Eran los Manolo Chaves, José Antonio Griñán, Antonio Fernández, Magdalena Álvarez, Gaspar Zarrías, Agustín Barberá, José Antonio Viera, Francisco Javier Guerrero... la lista es larga. De más de una veintena. Y muchos más que no eran estrictamente cargos públicos, pero cuya participación era clave también para que funcionara la mayor red de corrupción que haya conocido Andalucía, con millones y millones de euros despilfarrados, la mayoría de ellos de fondos destinados a la creación de empleo y a la formación de los trabajadores. Eran los tiempos en los que pese a los millones de parados, a nuestras múltiples carencias sociales, económicas o culturales, por lo visto esta tierra era rica. O eso se pensaban ellos, que llevaron al extremo aquella afirmación de su entonces compañera en el PSOE y en el ejecutivo andaluz –posteriormente vicepresidenta del Gobierno– Carmen Calvo: «El dinero público no es de nadie».

Las sentencias del ‘Caso ERE’ están empezando a ‘caer’ cuando prácticamente ya van a ser simbólicas. Hace dos años Manuel Chaves fue condenado a nueve de inhabilitación; Griñán a seis de cárcel, el jerezano Antonio Férnández a siete, Carmen Martínez Aguallo, José Antonio Viera, Francisco Vallejo... todos fueron condenados en aquella primera sentencia. Pero como si no lo hubieran sido, ya que todos tienen recursos pendientes por resolver. Esta semana hemos conocido una segunda sentencia del caso, otros siete años de cárcel para Antonio Fernández. El tiempo dirá si los cumple o no. Probablemente no. Algo lógico, ya que entre las varias décadas que gobernaron y la consabida lentitud de la Justicia española –súmele otra década más–, la mayoría de ellos están en la recta final de sus vidas y algunos hasta han fallecido ya. Pero aunque ahora su imagen sea la de un ancianito que necesita ayuda para ir al baño o tiene que recurrir a un andador para dar un paseo, no debemos olvidar que hubo un tiempo en el que se creyeron los reyes del mambo y se paseaban por toda Andalucía rodeados de asesores, habitualmente con paso firme y discurso grandilocuente. Y aunque ya se sabe que la justicia tardía no es justicia, algo queda. No se trata de hacer leña del árbol caído. No. Se trata de no olvidar que hubo un tiempo en que utilizaron sus respectivos cargos de forma abusiva, que prevaricaron, que falsificaron documentos públicos, que regaron de millones a sus afines. Y que, pase el tiempo que pase, la ley debe caer sobre ellos de forma aplastante. Aunque sólo sea para evitar tentaciones a que los que ahora ostentan cualquiera de los miles de cargos públicos de este país y caminan con paso firme, rodeados de asesores y discurso grandilocuente. Algunos de ellos creyéndose los reyes del mambo.

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