Antonio Ares Camerino - OPINIÓN

Hartazgo

Ya nada nos sorprende. Nuestra capacidad de asombro ha llegado al límite. Lo peor de todo es que nos estamos acostumbrando.

El miedo puede llegar a paralizarte, en cambio el hartazgo te sume en el desánimo, te lleva a no querer tomar decisiones. Esta sensación de abatimiento se ha cernido sobre nuestra sociedad. El aburrimiento, el cansancio, el empacho, la saciedad, campan por sus fueros. Ya nada nos sorprende. Nuestra capacidad de asombro ha llegado al límite. Lo peor de todo es que nos estamos acostumbrando. Hechos luctuosos que antes perduraban en nuestra memoria durante tiempo se han convertido en anécdotas efímeras con corta fecha de caducidad. Lo que hace un tiempo producía rabia y dolor, de tanto verlo ante nuestros ojos, llega a ser rutina. No llegamos a poder distinguir la realidad cruel de la ficción mediática.

¡Ya estamos hartos!

Hartos de que la violencia de género que se quiere frenar con insulsas órdenes de alejamiento.

Hartos de infancias huérfana , inocentes espectadores del horror doméstico que son ninguneados por las administraciones públicas.

Hartos de la presunción inocencia de potenciales asesinos a los que aún les huele las manos a pólvora o albergan entre sus dedos manchas de sangre de sus víctimas.

Hartos de una justicia lenta y desigual , con diferentes varas de medir y de la que los poderosos salen indemnes.

Hartos de la impotencia ante el sufrimiento de los que sólo aspiran a vivir en paz, que llaman a nuestra puerta y a los que les damos la callada por respuesta.

Hartos de que los más poderosos del mundo aliente el odio y promuevan las guerras fuera de su casa.

Hartos de la pasividad mas terca de los que tienen en sus manos la llave de la solución a los conflictos bélicos.

Hartos de tener que guardar minutos de silencio que de forma ridícula terminan en aplausos insonoros.

Hartos de que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Hartos de que el rendimiento de capital suba como la espuma y de que las rentas del trabajo y el sudor se desplomen sin miramientos.

Hartos de que los más vulnerables, niños, mujeres y mayores, sean los paganos de las facturas de los impúdicos especuladores.

Hartos de independentismo de barretina, del separatismo por grupo sanguíneo y de la secesión casposa y reaccionaria. De que los muros sean cada vez más altos e infrancreables.

Hartos de que en nombre de las religiones se comentan tropelías.

Hartos de banderas que concitan al odio al diferente. De que los espacios lúdicos y de ocio se conviertan en cementerios improvisados.

Hartos de la tibieza de los discursos políticamente correctos. De que la política interesada se anteponga a las acciones de la sabia ciudadanía.

Hartos de que no nos pongamos en el lugar del otro . De que nuestro superyó se anteponga al supertú.

¡Harto ya de estar harto ya me cansé, de preguntar al mundo por qué y por qué! (Canción: Vagabundear. Disco: Mediterráneo. Joan Manuel Serrat. 1971).

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