Una década de fuegos artificiales

Las nuevas inversiones en Cádiz abren la esperanza a una Bahía, acostumbrada durante años a oír anuncios que terminaron en humo

La Voz de Cádiz

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Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la Bahía de Cádiz estaba llamada a ser el referente español de la recuperación sociolaboral. El cierre definitivo de Delphi en junio de 2007 marcó un antes y un después en la industria gaditana. Nada ha vuelto a ser igual desde entonces a pesar de que el Gobierno de la Nación y la Junta de Andalucía trataron de paliar los efectos de aquel terremoto a golpe de talonario público. El paso del tiempo ha puesto a cada uno en su sitio y ahora podemos echar la vista atrás y advertir con rotundidad que las promesas y el humo se las lleva el viento pero, desde luego, no se olvidan.

Tras el cierre de la factoría de Puerto Real, que dejó en la calle a casi 2.000 trabajadores, las administraciones públicas pusieron las bases para reindustrializar la comarca y evitar con ello el impacto de la decisión de una multinacional que optó por deslocalizar su centro de trabajo en Cádiz para instalarse en países del Este, con menos costes laborales. Este fue el origen de una serie de planes promovidos por las autoridades políticas que solo tenían como objetivo captar inversión para Cádiz. Sin embargo, la mala gestión y la falta de control de estas iniciativas dieron al traste con el sueño de ver a Cádiz como referente industrial.

Lamentablemente, la crisis hizo el resto. Los planes se basaron en promover inversión a golpe de ayudas públicas, lo que trajo a la Bahía a grandes piratas, especializados en la caza de subvenciones. De esta forma, entre 2008 y 2012 se anunciaron casi una docena de nuevas empresas, capaces de generar más de 3.000 puestos de trabajo directos. La inminencia de las elecciones y las ganas por sacar a Cádiz del hoyo provocaron una efervescencia de anuncios que generaron una expectación entre empresarios y parados nunca antes conocida. Vivimos entonces en la cresta de la ola ilusionados por una algarada de anuncios proclamados a bombo y platillo. Cádiz se convertía así en epicentro de las energías renovables gracias al número de nuevas empresas que habían decidido invertir en esta zona.

Sin embargo, todo fue cayendo como un castillo de arena. Solo la aeronáutica Alestis, impulsada por la Junta, sobrevivió a esa cascada de fuegos artificiales. Quizás, los políticos vendieron la piel del oso antes de cazarlo. Confiemos en que los gestores gaditanos hayan aprendido la lección y no volvamos a esa etapa funesta de la historia industrial de Cádiz.

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