Antonio Ares Camerino - Opinión

La casta sanitaria

Hemos pasado de dedicar a gasto sanitario el 9,4% del PIB en 2011 al 8,9% en 2014.

Antonio Ares Camerino
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En la India «casta» significa color. El hinduismo enseña que los seres humanos fueron creados de las diferentes partes del cuerpo de una divinidad llamada Brahma. Dependiendo de la parte del cuerpo de Brahma de donde los humanos fueron creados, estos se clasifican en cinco castas básicas, las cuales definen su estatus social, con quien se podían casar y que tipo de trabajos podían realizar. Las leyes de Manu dictaminan que este orden sagrado es inamovible e inalterable. Nadie puede aspirar a cambiar de casta a los largo de la vida. Los Brahmanes (sacerdotes, maestros y académicos) son las casta mas alta. Los Kshatriyas (políticos y militares), los Vaisyas (comerciantes y artesanos), una especie de clase media burguesa, los Shudras (esclavos, siervos y obreros), y por último, los Dalits, también llamados parias o intocables.

Aquí la casta es sólo la del galgo, la de los toros de lidia y la novedosa casta política de los llamados partidos tradicionales.

Pero existe otra casta especial. Una con la que convivimos día a día, en la que no reparamos porque la tenemos al alcance de la mano y a nuestro servicio. Es accesible, universal y gratuita, y a ella debemos estar todos agradecidos. Me refiero a la casta sanitaria pública. A ese colectivo de profesionales que al margen de la eficiencia, la evidencia y el cumplimiento de unos objetivos diseñados en despachos por técnicos que nunca ha estado a pie de cama, son capaces de, con unas maneras y modos serviciales, hacernos pasar nuestras horas bajas y los duros trances de la vida con el calor tibio de una entrega más allá de una mera profesionalidad. Que consiguen arrancar consuelo donde sólo hay desesperación, que anteponen trabajo y entrega sin reparar en gastos emocionales.

Su saber es indiscutible, su ciencia puntera, sus maneras te hacen sentir la tranquilidad de estar en las mejores manos, y todo a cambio mas de una vocación con mayúsculas que de una mera relación contractual con el sistema.

A las Autoridades Sanitarias se le llena la boca a la hora de ensalzar las bondades de nuestro sistema sanitario cuando organizaciones internacionales reconocen que nuestro Sistema Público de Salud es de los de más eficiencia y calidad de los países de la OCDE.

¿Cómo se explica que siendo España uno de los países europeos que menos porcentaje del PIB dedica a gasto sanitario (público y privado) se obtengan estos excelentes resultados?. Hemos pasado de dedicar a gasto sanitario el 9,4% del PIB en 2011 al 8,9% en 2014. Mientras Holanda dedica un 12,9%, Francia un 11,7% y Alemania un 11,3%, incluso Grecia nos supera con un 9,8%. Recientemente el Consejero de Salud, D. Aquilino Alonso, ha marcado como objetivo para esta legislatura dedicar a gasto sanitario público en Andalucía el 6,5% de nuestro PIB.

La explicación es bien sencilla. Las bondades del sistema recaen sobre las espaldas de los profesionales sanitarios. La complacencia de las autoridades sanitarias no les ha permitido reparar en que todo es posible gracias a unos profesionales con vocación, capaces de anteponer la calidad asistencial y el servicio a los pacientes ante las deficiencias estructurales del sistema, que han visto reducir sus derechos laborales a niveles irreconocibles, que son de los peores pagados de nuestro entorno europeo, y que ni si quiera tienen el debido reconocimiento profesional. Con plantillas en precario y con cortapisas diseñadas para el cumplimiento de objetivos vacuos son capaces de sacar adelante una Sanidad Pública envidia de muchos pero sin el debido reconocimiento por parte de todos.

Son de otra casta, están hechos de otra pasta.

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