Julio Malo de Molina - OPINIÓN

Carnaval chiquito

El actual formato de los carnavales gaditanos se fragua a partir del siglo XVI

Julio Malo de Molina
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Más laica y lúdica que ninguna otra ciudad, Cádiz prolonga su Carnaval hasta mañana domingo día 21, once días después del miércoles de ceniza y ya en plena penitencia eclesiástica. Peculiaridad de esta ciudad que supera en tiempo a carnavales tan conocidos como los de Río de Janeiro, Montevideo, Panamá, Tenerife, La Habana o Barranquilla. Es la entrañable y divertida fiesta conocida como Carnaval Chiquito, para los más ‘hartibles’ (la hache se pronuncia aspirada: ‘jartibles’). De chiquito no tiene nada pues la fiesta toma toda la ciudad antigua definida por esas ciclópeas murallas de piedra ostionera que baña la mar. El Carnaval es una fiesta que se conserva en países de tradición católica a modo de despedida de los placeres para mejor afrontar el periodo de recogimiento propio de la Cuaresma, por eso su nombre deriva del latín vulgar ‘carne vale’ o adiós a la carne, aunque parece proceder de las Bacanales romanas de invierno y de las fiestas dionisíacas que se celebraban en las polis griegas.

Posiblemente tengan su origen más remoto en las celebraciones orgiásticas de la horda primitiva, durante las cuales se usaba la música, las danzas y los brebajes afrodisiacos. El actual formato de los carnavales gaditanos se fragua a partir del siglo XVI, cuando la Compañía Gaditana de Negros controlaba la plaza fuerte, y las flotas de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales fondeaban en La Caleta. Prohibidos durante el franquismo, hasta su recuperación en 1977, es fiesta callejera animada por las agrupaciones, como los coros que proceden de los vascos que habitaron antaño la ciudad, y las chirigotas que tienen su origen en las antiguas charangas de negros.

Aunque parece fue la colonia italiana quien implanta los carnavales, la influencia negra resulta relevante. Ramón Solís oculta en su historiografía la presencia de la Compañía esclavista, pese a dar fe de la importancia de la población negra desde esa época, y en su libro ‘Coros y Chirigotas’ revela que «la chirigota y la comparsa tienen un ritmo de marcha con claras influencias afrocubanas». Hay muchas maneras de vivir hoy nuestro Carnaval: si bien el concurso de agrupaciones disfruta de un público amplio y devoto, muchos prefieren la fiesta de la calle donde abundan las chirigotas callejeras como se llaman las que no participan del concurso y sus reglas, y resultan más espontáneas, transgresoras y desalmadas.

Durante las fiestas de 1988 surge el Carnaval Chiquito; según me cuenta Paco Leal fue iniciativa espontánea de tres chirigotas callejeras que decidieron salir de nuevo a la calle el domingo siguiente al de Piñata. Y así fue como organizan un desfile desde San Antonio a la plaza del Mercado donde la fiesta se prolonga hasta bien entrada la noche. Veintiocho años después, esta jornada que prolonga las celebraciones es ya para los gaditanos el mejor día de carnavales. Es un placer charlar con un veterano de los mismos como Paco Leal, por él conozco la diferencia entre ‘callejeras’ e ‘ilegales’. Estas últimas se organizan con mayor libertad, empleando músicas ajenas al carnaval clásico, como la rumba gitana o la salsa, mientras que las otras aún no participando en el concurso, siguen las formas canónicas; y cantan por su orden las coplas clásicas: presentación, pasodoble, cuplé y popurrí; con los instrumentos al uso: guitarra, bombo, caja y pito. Interesante el pito de carnaval, silbato alargado que tiene origen cubano, hecho de caña de azúcar. Mañana lo escuchamos de nuevo en calles y plazas.

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