De cine

Somos una ciudad y una provincia de cine, pero estamos cansados de ser los figurantes de las historias de otros

Mañana soleada en el Paseo del Campo del Sur, pocos transeúntes y algún carro tirado por mulos que cargan damajuanas. Por el desparpajo del trote del animal, se intuye que están vacías. Y el carruaje de señorío eclesiástico de las Hermanitas de los Pobres. Calle ... Arquitecto Acero y bajada a la Plaza de la Catedral. Monumento a Silos Moreno, el del reloj de las dos en punto. Confecciones Simón y Almacenes Barcelona. Iglesia de Santiago y Arco de la Rosa. Como nota gastronómica y culinaria de tradición, el impertérrito Bar Terraza. Bodegas Jerezanas y los Jardines del Hotel Atlántico. Dos chiquillos vestidos de corto son testigos de excepción, Milagros y Francisco. La grabación ha aparecido en Chicago. Fue adquirida en subasta pública por el coleccionista canadiense Francois Areseneault.

Por aquel entonces, a las puertas de los Cines de Verano, Caleta, Terraza, Brunete, Delicias y España, siempre había un quiosco ambulante bien pertrechado de pipas de girasol, altramuces, cotufas y caramelos. Al Teatro Andalucía y Gran Teatro Falla, acudían Compañías de Revista con señoritas de muy buen ver y ligeras de ropa, Cómicos de risa fácil y con retranca a pruebas de censura, y lo más granado del flamenco y de la copla. En los prolegómenos de la proyección y durante el descanso, un muchacho con chaquetilla blanca pregonaba «al rico bombón helado». El Municipal con sus accesos múltiples y su sesión infantil de los domingos, El Nuevo entrecortado, El Imperial con su Arte y Ensayo, el inmenso Gaditano y el majestuoso Avenida, el Gades con su arquitectura de premio, y el San Miguel, más conocido como el Cómico que hacía las delicias del público infantil. Todos tenían su cantina donde se daba buena cuenta de bebidas, refrescos y chocolatinas.

Nuestra ciudad y nuestra provincia han servido de plató de lujo para producciones de la gran pantalla. Nuestros atardeceres violetas, naranjas y rojos, a los que, como dice Serrat, se acostumbraron los ojos, encandilaron al mago de la ficción a oscuras, Steven Spielberg en ‘El Imperio del Sol’. Nuestras callejuelas remedaron a la Estafeta de Hemingway con morlacos incluidos y Tom Cruise como testigo de excepción en ‘Noche y Día’. La playa de La Caleta asistió al desembarco de espías de altos vuelos con James Bond a la cabeza y la figura seductora de Halle Berry en ‘Muere otro día’. La bruma de la baja mar de un día invernal fue testigo, con un Balneario al frente, en ‘Alatriste’. Hacía el sur, con levante por bandera y África a la vista en ‘Atún y chocolate’, ‘El Niño’ y ‘Bajarse al moro’. Nuestra servidumbre militar y naval fue testigo de la grandeza de nuestro Arsenal de la Carraca y del Panteón de Marinos Ilustres en ‘Cateto a babor’. La Catedral y el Pay-Pay en ‘Besos para todos’, ‘La Lola se va a los puertos’ con los cantes de ‘La más grande’. Hasta Onassis, interpretado por Anthony Quinn, paseó por nuestra Alameda con el Marqués de Comillas presente en la película ‘Aris’. El director más laureado del cine español, Pedro Almodovar, no puedo resistir la tentación de elegirnos para rodar ‘La ley del deseo’. Ahora nos llega ‘Lobo feroz’. Para thriller de miedo el de nuestras gentes.

Somos una ciudad y una provincia de cine, pero estamos cansados de ser los figurantes de las historias de otros ¡Ya es hora de que rodemos nuestra realidad!. Una buena historia y actores y actrices de lujo no nos faltan. Sólo estamos esperando un buen director, o directora.

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