OPINIÓN

Lo del 47 es así, no piques

Trate de imaginar que la explosión sucediera hoy: cada 18 de agosto sería un foro de odios y desencuentros anual entre gaditanos

La Voz de Cádiz

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No hay recurso más básico entre los articulistas que trasladar un hecho pasado a nuestros días para, a guisa de un ilusionista al que se le notan los trucos, tratar de poner el dedo en las llagas que ellos creen purulentas. No les defraudaré, yo haré lo mismo. El resultado, no les sorprenderá.

18 de agosto de 1947. El cielo se vuelve rojo fuego por la explosión del depósito de minas situado en San Severiano. Unos segundos después, el suelo es rojo sangre por los 150 muertos y más de 5.000 heridos de la explosión. El infierno es aquí. Y ahora comienza el truco: la explosión ocurre hoy. Es pura imaginación, no se me asusten los timoratos ni me corrijan los expertos. Ya sabemos que gracias a quienes guardan nuestros destinos las bombas no explotan, los trenes no se salen de las vías y los puentes no se caen. Está usted viendo ‘El Hormiguero’ y «boom». Se queda sin saber si Pilar Rubio recuerda la capital de Taiwán y la Tacita se vuelve escombros. Los males nunca llegan solos.

Al escándalo salvífico de ambulancias, policía y bomberos de nuestra hipotética explosión les seguirían, como inevitable parásito, las reacciones. Sale el conejo de la chistera (al que usted ya le habrá visto las orejas). Las redes se llenan de teorías de que la explosión nunca existió, que fue un montaje de los comunistas para desprestigiar al Caudillo (al que Dios guarde). En paralelo, cobra peso que los fascistas, dirigidos por el asesino de El Ferrol, han urdido este complot para acusar a los camaradas, no piques. No falta quien diga que Pery Junquera es un facha y que su ayuda no es bienvenida, al igual que algunos se ríen de que los niños de la Casa Cuna se reúnan con los rojos de sus padres.

Abracadabra. Un año después, a nadie importan las víctimas. Unos piden que los militares abandonen la ciudad porque de ellos fueran las bombas y otros que se apriete más la soga contra los sospechosos izquierdistas porque si no sabotearon los depósitos, algo hicieron.

Voilà: desde esa imaginaria explosión el aniversario se convierte en un ring donde los gaditanos nos sospechamos, nos señalamos y nos enfrentamos. Una pena que este ensalmo, que pretendía ser Juan Tamariz, apenas llegue a Magia Borrás. Los pastores que cuidan de esta grey evitarían que tal cosa sucediera. Ellos, en su sabiduría y bondad, no consentirían que la desgracia puntual se convirtiera en un odio público donde pescar ‘retuises’, aplausos y votos. Al igual que evitan que exploten las bombas, que descarrilen los trenes o que los puentes se caigan.

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