OPINIÓN

El espíritu del Mora

Sigue vivo y mientras quedemos alguno o alguna de los que convivimos tantos años, su espíritu prevalecerá, os lo aseguro

La Voz de Cádiz

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Cualquiera que se detenga hojeando este periódico al leer el título, podría pensar que voy a tratar algo ente esotérico y digno del programa Cuarto Milenio de Iker Jiménez. Pero no, nada más lejos de la realidad, no se trata de nada de eso. Hace unos pocos días, cuando me disponía a marcharme unos días a Palma a cumplir con mis obligaciones de abuelo, recibí vía Email la convocatoria de mi buen amigo y compañero Antonio Vergara emplazándome a un encuentro coloquio a celebrar en la Casa Pemán, con este mismo encabezamiento. Ni que decir tiene cual no fue mi decepción al serme imposible asistir por lo antes dicho. Me consta que acudieron muchos y muy buenos compañeros de nuestro añorado Hospital Mora. Se relataron anécdotas y vivencias de aquellos años y, aunque no pude corroborarlo personalmente sé que pasaron una extraordinaria velada llena de gratísimos recuerdos.

El Hospital Mora y por ende el Policlínico de la calle Dr. Marañón fue durante gran parte de nuestra juventud nuestra segunda casa. Allí cursamos los tres primeros años completos de los estudios de nuestra carrera de Medicina pues por aquel entonces la vieja Facultad no existía y se estaba construyendo la nueva. Terminamos la carrera alternando clases y prácticas entre la nueva Facultad, el Poli (como lo llamábamos coloquialmente) y nuestro inefable Hospital Mora. Muchos continuamos en las diferentes cátedras para cursar nuestras especialidades puesto que por aquel entonces no existía el sistema MIR que llegó más tarde. Al terminar la especialidad pasamos a formar parte de los equipos universitarios que formaban a los alumnos de Medicina y atendían sus pacientes entre el Poli y las dependencias del hospital. La situación contractual prácticamente en muchos casos era inexistente. Trabajábamos a destajo sin ninguna relación laboral y solo remunerados grácilmente a final de mes por los «repartos» que hacían nuestros jefes de los ingresos que se producían en las consultas. Hoy esto sería impensable.

Fueron años de una extraordinaria convivencia. Los que habían sido nuestros profesores se convirtieron en compañeros y así convivimos estrechamente durante muchos años. Todos sin excepción: catedráticos, médicos, enfermeras, practicantes (entonces), celadores, camilleros, cocineros, limpiadoras etc. formábamos y seguimos formando una gran familia. Nos ayudábamos sin fisuras ni dobleces fueran cuales fueran nuestros problemas y siempre se anteponía todo por el bien de nuestros pacientes y el buen funcionamiento del Mora.

Establecimos grandes lazos de amistad y convivencia en el entorno del barrio. El Periquito, donde nos seguimos viendo, el Fornos y muchos otros bares de alrededor eran nuestros lugares de reunión. Cuando, después de una huelga salvaje en la que hasta tuvieron que hacer guardias en presencia física los catedráticos, se consiguió la concesión, en mala hora, del Hospital Antituberculoso de Puerto Real como Clínico, tuvimos que emigrar. Ahí termino nuestra historia con el Mora, pero su espíritu prevaleció e impregnó al nuevo Hospital Puertorealeño. El Mora sigue vivo y mientras quedemos alguno o alguna de los que convivimos tantos años, su espíritu prevalecerá, os lo aseguro.

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