Creer, creer y crecer

Cádiz es una ciudad en la que los sentimientos se hacen ley. Pero el sentimiento no puede mover una ciudad por más que se trate desde la alcaldía y los alcaldables

Javier Fornell

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Ser de Cádiz es ser de una tierra de pasiones desmedidas. Uno de esos lugares dónde el término medio no existe y en el que se pasa de héroe a demonio en un segundo. Una tierra que se dice abierta y tolerante pero que termina hablando de mesetarians y atacan al madrileño y al sevillano por no ser de Cádiz. Eso lo vimos el lunes en Carranza (acá Nueva Mirandilla) cuando desde Brigadas Amarillas gritaban el consabido «vete pa'Sevilla».

Eso es Cádiz, la tierra que como los Brigadas se dicen tolerantes, pero muestran la intolerancia a la primera de cambio. La tierra que pide la dimisión del dueño del Cádiz CF sin penar que el sevillano Manuel Vizcaíno, junto al murciano Quique Pina, fueron los únicos que pusieron dinero cuando el equipo se hundía al borde de la desesperación. Los mismos que son capaces de decir «el Cádiz es mío» pero sin poner un duro.

Eso es Cádiz. La ciudad en la que los sentimientos se hacen ley. Pero el sentimiento no puede mover una ciudad por más que se trate desde la alcaldía y los alcaldables. Esos sentimientos hacen, además, que el ambiente se caldee y se vuelva raro y complicado. Lo vivimos en Carranza y con el Cádiz. Solo tres partidos después de comenzar la liga y con medio equipo lesionado, ya se grita Vizcaino dimisión y se pide el cese de Sergio González. Quizá con la falsa esperanza de la vuelta de Cervera. Y auspiciado desde las redes sociales.

Esas redes sociales que tanto bien y tanto mal pueden hacer en la sociedad y que son campo de guerra dialéctica entre gaditanos y cadistas. Y en campo de cultivo propicio para que la situación termine saltando después del verano. Este verano que al calor del turismo ha permitido que muchos hogares andaluces y gaditanos respiren con la entrada de dinero. Un dinero, el de los mesetarians (que poco extranjero se ha visto este año) que se va hasta el próximo verano. Y ahora serán el alcalde y los suyos los que tengan que resolver la papeleta.

Pueden hacerlo de dos formas: tirando de populismo o tirando de gestión. El populismo de Pina; la gestión de Vizcaino. Y viendo nuestros alcaldables, me temo que tendremos más «pinas» que «vizcaínos» mientras las «brigadas amarillas» de sus partidarios saltarán en redes y calles a la espera de las nuevas elecciones.

Y mientras eso ocurre, Cádiz seguirá a la deriva. Dejando que los sentimientos queden a flor de piel y tratando de respirar y sobrevivir, invernando hasta la llegada de un nuevo verano. Enfrentándonos entre nosotros en luchas cainitas sin sentido que ocultan lo verdaderamente importante. Como en el Cádiz nos quedamos en la superficie y no queremos ver los problemas endémicos que padecemos.

Necesitamos volver a creer para crecer. Necesitamos creer en las virtudes de la ciudad, en su potencialidad para la industria; en su gente. Pero también necesitamos crecer: en inversión, en formación, en unión. Y hacerlo de la mano de la bahía, para ir todos a unos y conseguir eso que propone el mismo Cádiz CF: un equipo fuerte y consolidado en la primera división de las ciudades españolas.

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