APUNTE

De la sequía a la ruina

Parece que no hay punto medio entre la escasez y el diluvio pero es ineludible auxiliar a los damnificados

El apunte

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Las malas noticias se han convertido en el día a día de los medios de comunicación. Edición tras edición, los periódicos, físicos y digitales, amanecen con decenas de informaciones que nos hacen pensar que estamos en un laberinto de difícil salida. El mismo que reflejan casi cada hora informativos de televisión y radio. A veces, simplemente, miran desde el otro lado, el prisma de lo negativo. No lo hacen con ningún fin intimidatorio, sino porque nos estamos acostumbrando a ese enfoque, influenciados por la situación de crisis que atravesamos sin pausa desde el inicio de la pandemia hasta el actual escenario bélico e inflacionista. En realidad, las crisis casi nunca cesan pero es preciso recordar que el sentido etimológico de la palabra implica dificultades y también cambio, oportunidades. Las malas noticias, en algunos casos, tienen dos caras. Las relacionadas con la climatología son las que lo muestran con más claridad. El mismo cielo diáfano que supone una bendición para el turismo se convierte en condena cuando eterniza la sequía. Las mismas lluvias que esperamos con ansia suelen llegar asociadas a episodios de inundación o, como en esta semana, de pedrisco y granizo. En Sanlúcar ha vuelto a ser visible el potencial destructor de las mismas precipitaciones que necesitamos para sobrevivir. Zonas como La Veta de la Algaida y El Llano de Bonanza recibieron hasta 45 litros en menos de media hora. La cascada de hielo ha dañado de forma irreversible medio centenar de invernaderos agrícolas. Más de 250 hectáreas de cultivo han quedado inservibles, yermas.

Desde principios de siglo, y progresivamente, parece que apenas hay punto medio entre la sequía extrema y las inundaciones o los temporales. Siempre nos movemos entre el temor a la escasez o el dolor por los que han perdido sus casas o sus cosechas, por las pérdidas ocasionadas en los negocios de pequeños empresarios.

Cabe plantearse si unos cuantos chaparrones intensos en diciembre (casi los únicos de todo el invierno) mejoran las reservas en los pantanos de la provincia y de toda Andalucía. Parece que no, la alarma sigue. Pero mientras se aplican las soluciones posibles (mejores infraestructuras, desaladoras...) sólo cabe pedir ayudas urgentes –administrativas y financieras– para los que sufren un daño tremendo en su patrimonio personal cuando caen los esporádicos diluvios.

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