La sangre helada

Casi los primeros en moverse reclamando el pago han sido los proetarras de Bildu, los siniestros cobradores del pasamontañas, que ayer instaron al Parlamento vasco a que reclame a Sánchez el fin de la dispersión carcelaria de los asesinos etarras

Álvaro Martínez

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Todo parece dispuesto para que los partidos que propiciaron la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa vayan pasando al cobro su respaldo al Gobierno de los 84 diputados. Era de prever pues apear a Mariano de Rajoy del poder para cedérselo a quien no ganó las elecciones (de hecho perdió las dos a las que se presentó) debería necesariamente traer bajo el brazo como contrapartida un cambio radical de política, un giro de esos que le gustaban a Copérnico, en asuntos trascendentales para quienes le llevaron en volandas a la Presidencia.

Casi los primeros en moverse reclamando el pago han sido los proetarras de Bildu, los siniestros cobradores del pasamontañas, que ayer instaron al Parlamento vasco a que reclame a Sánchez el fin de la dispersión carcelaria de los asesinos etarras, uno de los más exitosos instrumentos para combatir a la banda, clave en su disolución final y en el triunfo de la libertad y la democracia sobre la serpiente, el hacha y la muerte. Hasta ahí nada nuevo, pues los nacionalistas y los filoetarras, la dupla del árbol y las nueces, tienen mayoría en aquella Cámara y el asunto iba a salir adelante sí o sí. El hecho sustantivo que puede hacer posible ese cobro es que los socialistas vascos han apoyado la medida, lo que hace pronosticar que el mandado proetarra haga fortuna en La Moncloa y lo veamos pronto hecho realidad. El siguiente paso, y si no al tiempo, será reclamar otras medidas de gracia «porque ETA ya no mata». Pero mató, y mató mucho, y mientras sigan sin resolverse los más de trescientos crímenes que aún quedan pendientes, los malos -porque los etarras siguen siendo los malos- no deben obtener ni una sola merced del Estado, hablando en plata, de esos españoles a los que amenazaron, secuestraron, hirieron o asesinaron.

«Patxi, veremos cosas que nos helarán la sangre», le dijo la valerosa y ejemplar Pilar Ruiz, la madre de los Pagaza, al socialista López cuando llegó a lendakari, apoyado por cierto por los votos del PP que ahora tanto denuestan. ¿Fin de la dispersión de presos? El mismo día que colaboren con la Justicia en la resolución de los crímenes aún sin pena, cuando cumplan sus condenas, paguen las indemnizaciones y pidan perdón por el inmenso daño causado. O si lo prefieren, pueden esperar al mismo día que podamos juntar a los muertos que repartieron por los cementerios de toda España. Es decir, nunca. De Sánchez depende, de nadie más.

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