La pomada de la Calvo

Nos ponen a un bolchevique a enseñarle a Cervantes ideología de género

Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno EFE
Hermann Tertsch

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Con España incendiada por la ola de calor, por el desprecio generalizado de las leyes por gobernantes y gobernados, por la coacción y la violencia impune en fronteras y en arterias bloqueadas de ciudades secuestradas, es importantísimo mantener el buen humor para evitar que la furia juegue alguna mala pasada al sufrido ciudadano. No vayan a acabar detenidos los pacíficos contribuyentes que pagan la fiesta en un país en el que hoy todo matón tiene patente de corso para la permanente impunidad de sus tropelías. Para reírnos siempre tendremos a Carmen Calvo. Su patosa pretenciosidad es fuente inagotable de chistes y gracietas que distraen a los españoles de sus muchas cuitas. Nadie se equivoca tanto cuando habla sin decir nada.

Ayer Calvo oficiaba la toma de posesión de Luis García Montero como director del Instituto Cervantes. Un acto al nivel de la vicepresidenta, desde luego, porque se trataba de celebrar a un muy mediocre poeta cuyo único mérito para llegar a dirigir el buque insignia de la cultura española en el mundo es ser uno de los jefes de la «pomada cultural» del izquierdismo carpetovetónico, tan sectario como paleto todo el. Y dentro del mismo, ser además un comunista tan odiador como su mujer, Almudena Grandes, la escritora de la revancha miliciana y bolchevique por antonomasia, mascarón de proa de toda la nueva apología del chequismo que triunfa en la izquierda desde aquel aciago marzo de 2004 en que Zapatero lanzó su maldición contra la Transición y sus instituciones. Calvo se puso a dar consejos y le dijo a este Beria del ripio que lo único que importa es la igualdad. «Llevas el mejor nombre: Cervantes. Hay que proteger a don Alonso, pero también a Sancho, a Aldonza y a Dulcinea, porque no hay mejor cultura que la igualdad». La igualdad es la cultura. ¿Quién da más? El dinero público no es de nadie. La cultura es el GPS para moverse en sociedad. Esa también es de ayer.

Calvo es vicepresidenta del Gobierno de España y, lo que es más grave aun, catedrática de Derecho Constitucional. Eso puede agriarnos el humor. Lo de vicepresidente es una circunstancia casual y discrecional que es lamentable, pero como tal asumible. Lo que revela el grado de deterioro del Estado y su administración es que Calvo sea catedrática de Derecho Constitucional. Ella que dirige lo que tantas veces parece una banda de gamberras que ofenden a la Constitución, al sentido común y a la lengua a diario. Y capaces de poner a un enemigo de la Constitución y de la Monarquía a dirigir el Cervantes.

Sánchez también tiene un título inexplicable. Es doctor en Economía aunque su tesis doctoral esté bajo siete llaves y es sospechosa de haber sido presentada en fraude de ley. Quien la vio dice que es un bodrio vergonzoso que no habría pasado una reválida del bachillerato franquista. La hiciera el equipo del ministerio de Miguel Sebastián como se dice, o no, lo decepcionante es el desinterés absoluto por la tesis doctoral del presidente que muestra esa jauría de sabuesos periodísticos que tantísimo ha ladrado sobre unas supuestas irregularidades de Pablo Casado, que han resultado falsas. Ahora ya, como no tienen master para hincar el diente, han convertido a Casado en «xenófobo» y «racista». Por pedir que se combata la inmigración ilegal y se fomente la legal. Por pedir seguridad en las fronteras y medios para que las fuerzas de seguridad cumplan con su deber. Circulan por ahí buenos videos en los que el santo laico de la izquierda española, aquel brillante farsante que es Barack Obama, dice exactamente lo mismo que Casado. Al final, el problema de Casado va a ser que es blanco.

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