Hermann Tertsch - MONTECASSINO

Esas excesivas cortesías

La excesiva cortesía con los enemigos del Estado es una actitud suicida española única en Europa

Hermann Tertsch
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LA diputada Marian Beitialarrangoitia anunció ayer muy solemne que ellos, su organización Bildu que surgió como brazo político de la banda terrorista ETA, busca sus referentes en «los países más avanzados de Europa» y no en este Madrid atrasado y reaccionario de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno, que parece disfrutar en estos debates parlamentarios muy especialmente en sus diálogos con los peores enemigos del Estado, no se dejó por supuesto ofender tampoco por ella y la trató con enorme cortesía. Beitialarrangoitia no habla mal. Cierto que viste con ese uniforme abertzale de desaliño codificado que parece tener que probar que se vive en el bosque con Kaspar Hauser, se duerme en un coche o se quiere asustar a la suegra.

Pero esta mujer articula mucho mejor sus malas ideas que los eslabones perdidos que el filoetarrismo solía enviar a la Villa y Corte. Rajoy con estos radicales siempre es un bienqueda. Y por ello no contestó como habría sido necesario para aclarar unas cuestiones que pronto pueden tener cierta urgencia a la vista del tono de las intervenciones de otros enemigos del Estado como el propio Iglesias. Porque cuando Beitialarrangoitia le dijo a Rajoy que ellos prefieren mirar hacia otros países europeos más avanzados, el presidente debió decirle que tenga cuidado y no mire mucho, porque acaba de extraparlamentaria. Porque en todos los países europeos más avanzados, que lo son precisamente por cosas como esta, los enemigos del Estado, de su unidad, de su integridad, de su soberanía y su Constitución, no están en el Parlamento, sino en la marginalidad extraparlamentaria.

Solo España, señora Beitialarrangoitia, es tan ridículamente generosa con los enemigos de la Constitución que les permite acudir a las elecciones, les paga la campaña, les perdona los delitos y les entrega televisiones y radios públicas y privadas. Cuando intervienen sus representantes en el Parlamento se les trata con guante blanco como si fueran los más dignos y nobles delegados de los más probos y patriotas partidos fieles a las leyes. Con leyes de otros países europeos doña Marian estaría en la calle o en una pestilente taberna con sus correligionarios. Que serían muchos menos si no hubieran recibido, desde hace más de 35 años, inmensas cantidades de dinero por las buenas y las malas. Hoy ya no necesitan asustar. En el País Vasco como en Cataluña, ser leal a la Constitución es garantía de un calvario mientras ser enemigo del Estado solo acarrea ventajas para la vida privada y social.

La excesiva cortesía con los políticos anticonstitucionales por parte de los gobernantes encargados de proteger el Estado y la Constitución es la metáfora total de la actitud de España frente a sus enemigos. Que en la República, cuando ya podían ir a buscarte a casa para pegarte un tiro, la Pasionaria se ciscara en el Parlamento, era lógico porque apenas quedaban demócratas que lo defendieran. Que ayer Pablo Iglesias llamara a los parlamentarios delincuentes potenciales, dijera que él no debe respeto al Parlamento sino «al pueblo» y defendiera a las marabuntas ideológicas que lo deslegitiman revela que estamos ante el principio de un acoso al sistema democrático que será brutal en cuanto se escenifique mañana sábado el fracaso del Frente Popular que planeaba Pedro Sánchez. Si Sánchez y sus seguidores eran capaces de fraguar una alianza con tales enemigos de la democracia y el Estado, es que ya son parte de ellos. Cuando tenga constancia Rajoy de ello, lo mismo empieza a tratarlo con cariño. Sería preferible que no. Que fueran los demócratas españoles quienes miraran a Europa y sin complejos ridículos trataran a los enemigos de España y la democracia como otros países tratan a los suyos. Como enemigos que quieren hacer daño a todo lo que se ha de proteger.

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