Editorial

Los presupuestos y la inflación

Unas cuentas públicas tan expansivas no dejan margen de maniobra al Gobierno si se produce un cambio en la política monetaria de la Unión Europea

Editorial ABC

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La apuesta del Gobierno de Pedro Sánchez por unos Presupuestos expansivos para 2022 resulta muy arriesgada cuando gran parte del mundo está sufriendo el impacto de una crisis de precios de la energía que casi nadie vio venir. Europa, muy dependiente del exterior en términos energéticos, es una de las áreas que acusan un mayor impacto. En cuanto a España, y en función de nuestros antecedentes, lo más seguro es que, como ya ocurrió con el Covid, seamos uno de los países que peor encajen el golpe.

El riesgo de unas cuentas públicas tan alegres es que la realidad nos obligue a cambiar de caballo en mitad del río. La inflación, que en nuestro país se sitúa en un 4 por ciento interanual, ya está provocando cambios globales. Decenas de países han subido sus tipos de interés. En las últimas semanas lo han hecho naciones del entorno europeo como Rusia, Noruega, Polonia y la República Checa. Por su parte, en los mercados emergentes lo han hecho Corea del Sur y Nueva Zelanda, y en Iberoamérica han subido sus tasas Argentina, Chile, Perú, Brasil y Colombia. Una queja que se está generalizando entre los analistas de las economías emergentes es que los bancos centrales de EE.UU. y Europa están tardando demasiado en retirar sus estímulos, y eso distorsiona aún más los flujos de capitales, provocando mareas y resacas monetarias.

La Reserva Federal ha anunciado que a partir de noviembre reducirá su expansión cuantitativa y que en 2022 empezará a subir sus tipos de interés. En cambio, el Banco Central Europeo mira con parsimonia la situación. Sus analistas consideran que la inflación debería estar todavía un buen tiempo muy por encima del 2 por ciento para compensar los muchos años que ha estado por debajo de esa cifra. Su apuesta es que el coste de una retirada prematura de los estímulos es mayor que el de una retirada tardía, como subrayó en mayo el economista jefe del Banco de España.

Una de las líneas rojas que se han trazado respecto de la inflación son los llamados ‘efectos de segunda vuelta’: el traslado injustificado del incremento de precios a las rentas. En el pasado, las rigideces de la economía española garantizaban que nuestro país siempre exhibía un elevado diferencial de inflación respecto a los países del norte. Hoy, algunos economistas creen que la indexación de la economía se ha reducido y eso mitigará el impacto de la inflación. En el pasado, el 80 por ciento de los salarios estaban en convenios que tenían cláusulas automáticas para protegerse de la inflación. Hoy ya no sería así. Y aunque los sindicatos se están moviendo para reinstalarlas, los expertos creen que cuando eso ocurra el brote inflacionario habrá remitido.

Habiendo llevado la política monetaria a sus límites con los tipos negativos y la expansión cuantitativa, la única capacidad de reacción ante un imprevisto será modificar la política fiscal. No olvidemos que la política monetaria es común a los países del euro, pero la fiscal es de cada nación. Esto genera asimetrías. Por ejemplo, y a diferencia de las españolas, las pensiones alemanas no se actualizan según la inflación, sino con una fórmula que incluye el crecimiento de la productividad y diversos factores de sostenibilidad. El resultado es que desde 2003 los jubilados alemanes han venido perdiendo poder adquisitivo. ¿Qué pensarán cuando vean lo que sucede en España? ¿Qué tipo de políticas favorecerán? Una política fiscal moderada en una coyuntura tan delicada hubiese mostrado una mayor prudencia ante nuestro socios europeos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación