Cataluña soy yo

El nacionalismo es una aberración moral porque no asume la igualdad esencial de cada ser humano

Pedro García Cuartango

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NURIA de Gispert, la expresidenta del Parlament, es una persona de elevados sentimientos como se puede constatar en un tuit en el que llama «inepta e ignorante» a Inés Arrimadas y la invita a abandonar Cataluña.

Sus palabras no son una anécdota o una salida de tono . Expresan el sentir del nacionalismo catalán, que ha construido una identidad por la que quienes no comulgan con sus prédicas están excluidos de la condición de ciudadanos y catalanes. Esto lo dejaba muy claro Quim Torra en los escritos en los que equipara a los españoles con una raza inferior.

Y es que, todos los días, los independentistas se afanan en identificar Cataluña con quienes sólo piensan como ellos . Se consideran dueños de las instituciones, los símbolos y las calles, como ha quedado claro en las recientes movilizaciones.

Su doble rasero es escandaloso: llaman violencia a la intervención de las Fuerzas de Seguridad del Estado para quitar unas urnas ilegales, pero se niegan a utilizar la palabra cuando los suyos asedian el Parlamento, queman contenedores y cortan las comunicaciones por la fuerza.

Hace unas semanas, coincidí en un debate con Elisenda Paluzie , presidenta de ANC, que acusó abiertamente a Ciudadanos, cuyas sedes son víctimas de continuos ataques, de instigar la violencia en Cataluña. En cambio, para ella, los CDR son un grupo modélico y patriótico que se defiende de la opresión del Estado. Hay cientos de ejemplos para ilustrar este desprecio al sentido común.

Es obvio que un sector del independentismo ha adoptado una deriva totalitaria y fascista , incluso racista, que se basa en una exaltación sentimental de la nación, la lengua y la cultura catalana que se quiere presentar como la expresión de una identidad diferencial y superior. Desde hace años, la maquinaria propagandística del nacionalismo ha dedicado todos sus esfuerzos a propagar falsedades que empiezan por la confusión entre el derecho a decidir, que es la capacidad de cada individuo de elegir su propia vida, y el derecho a la autodeterminación, que ni nuestra Constitución ni el derecho internacional reconocen.

Anteayer, un diputado del PP le espetó a Torra que parecía más «un españolazo» que « un saltador de pértiga noruego ». Y tenía razón porque no hay nada más esperpéntico que ver a este hombre jactarse de su superioridad étnica.

El nacionalismo es una aberración moral porque no asume la igualdad esencial de cada ser humano. No pretende unir sino separar, alimenta el rencor y manipula los sentimientos. Es una ideología perversa y antihumanista que menoscaba la dignidad de los individuos que no se pliegan a asumir esa identidad que intenta imponer.

El independentismo ha fracturado Cataluña porque lleva en sí el germen de la segregación frente al moderno concepto del Estado, que se basa en que todos los ciudadanos son iguales al margen de sus ideas, su religión, su lengua o su inclinación sexual. Esa es su verdadera naturaleza y su peligro.

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