Aznar versus Rajoy

Rajoy ve la política como «el arte de lo posible», mientras Aznar va a por todas, sin respetar limitaciones de ningún tipo

José María Carrascal

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La pugna que vamos a ver mañana en el congreso del PP para decidir su próximo líder no es entre los contendientes oficiales, Santamaría y Casado. Es entre Aznar y Rajoy, los líderes anteriores, que vienen forcejeando desde hace tiempo, el uno sin rebozo, el otro renuentemente, como hace todo. Soraya y Pablo, que han servido a ambos, no hacen más que representarlos, y recibir los golpes, claro, pero al hacerlo voluntariamente, no les duelen. Otra cosa son los golpes que reciba el partido.

Que Aznar eligió a Rajoy para sucederle, por ser el más leal, sacrificado, trabajador miembro de su equipo, creyendo que continuaría dirigiendo el PP y el país a través de él, es algo que sólo negarán sus más fieles seguidores. Que al comprobar que no era así comenzó a hacerle la guerra, subrepticia primero, abierta luego, está a la vista. Conservadores y funcionarios ambos, su carácter no puede ser más distinto. Aznar lo ve todo a través del prisma personal, como realización de su ego, de ahí que considera la cumbre de las Azores y haber sido invitado al rancho de Bush cimas de su carrera. Mientras Rajoy oculta su ego y toma la política como una tarea burocrática, en la que hay que solucionar los problemas uno tras otro. Sacar España del abismo económico en que la encontró fue su prioridad, subordinando todo lo demás a ello. Lo consiguió, pero a costa de que los nacionalistas se le subieran literalmente a las barbas. Una vez que lo había conseguido y visto que todo se volvía contra él, no tuvo el menor inconveniente en volver a su Registraduría de la Propiedad. ¿Se imaginan ustedes a Aznar volviendo a ser Inspector de Hacienda? Lo que hizo fue multiplicar sus actividades en la política nacional e internacional.

Aunque su mayor diferencia tal vez sea que Rajoy ve la política como «el arte de lo posible», contentándose en los casos límite con «lo menos malo», mientras Aznar va a por todas, sin respetar limitaciones de ningún tipo. En eso se le ve el castellano-vasco (su apellido lo es), mientras a Rajoy se le ve el gallego a la legua. Mañana librarán su mayor pulso a través de segundos, que reivindican sus respectivas herencias, ante un PP sumido en el desconcierto. De que salga roto o unido dependerá su futuro y, en buena parte, el de España, un país que se cree de izquierdas y es conservador sin saberlo, mejor dicho, sin saber qué es el conservadorismo moderno. Si lo supiera, esta pelea no hubiese tenido lugar, porque en el centro derecha caben los aznares y los rajoys, sin necesidad de excluirse, como están haciendo. Aznar, fiel a su conducta, ha mostrado sus preferencias. Rajoy, en su línea de dejar que las cosas encuentren su acomodo natural, ha preferido mantenerse al margen. Pero tiene una deuda con su partido: explicar por qué tiró la toalla de forma tan súbita e inesperada. Precisamente cuando la otra gran crisis española, la territorial, llega a su climax, al momento crucial. Que se lo explicase sería una buena despedida.

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