EL REY DE LA SABANA

Uno de los nuestros

Jorge Alesanco, el único científico que convive desde hace más de diez años en armonía con una manada de leones salvajes en Maasai Mara

Jorge Alesanco es aceptado como un miembros más del grupo

Charo Barroso

La conexión se entrecorta, y tras varios intentos por fin suena la voz de Jorge Alesanco. «¿Los escuchas?», pregunta, «son hipopótamos». Tarea difícil distinguirlos a más de 8.800 kilómetros, los que separan Madrid de uno de los santuarios de vida salvaje del planeta: Maasai Mara, en el corazón de Kenia. Habla desde el land rover con el que cada mañana sale a observar la gran migración, uno de los mayores espectáculos del mundo. Unas tierras que enamoraron a este etólogo que un día cerró su granja escuela de El Escorial, cogió las maletas y junto a su esposa, Mariola, partió de España bajo los efectos de una enfermedad aún no reconocida por la OMS: el mal de África. Un virus que desde pequeño fue inoculando la lectura del los libros del gran Félix Rodríguez de la Fuente, y para el que ya -asegura- no existe ni remedio ni intención de vacunarse.

Pusieron en marcha el primer «tented camp» español a orillas del río Mara y se involucraron en el estudio y la conservación del guepardo. Pero lo que no sabía este naturalista es que también sería el primer español en vivir entre una manada de leones salvajes. Y de eso hace ya más de una década. «Cada noche les escuchaba rugir, un sonido tan sobrecogedor y ancestral que es casi como una llamada. Decidí localizarlos y en la oscuridad observé cómo las hienas les arrebatan un jabalí (facócero) recién cazado. Fue algo inolvidable», recuerda Jorge.

Poco a poco fue acercándose, estudiando su comportamiento, su forma de cazar, de convivir y acabó formando parte de su manada. «Una noche, después de dos años, salí a verles cazar y la rueda de mi coche pinchó. Estaba solo y en medio de la sabana, pero ellos se tumbaron tranquilos a mi alrededor. Fue entonces cuando comprendí que mostraban confianza y me habían aceptado como a uno más». A lo largo de todo este tiempo ha vivido situaciones inolvidables, algunas complicadas, pero aconseja que frente a un león «siempre hay que sujetar el miedo y mostrarse afable y tranquilo».

La estrecha cercanía con los leones ha permitido a este etólogo

La posibilidad de convivir con ellos ha permitido a este científico descubrir y confirmar muchos comportamientos de estos felinos. «Lo que más me ha sorprendido es su carácter social. Son como un grupo de homínidos de hace 50.000 años, cada uno tiene su propia personalidad y ocupa un puesto con unas funciones claramente definidas. Las hembras son más juguetonas y los machos más serios. Me fascina la unión entre las leonas, básica para la supervivencia de la especie, y la coalición que existe entre los machos reyes porque, al contrario de lo que creíamos, no existe solo uno. Puede haber entre dos y cinco en una manada de unos treinta ejemplares. Entre ellos hay jerarquía, pero se ayudan para proteger a los suyos y defenderse del ataque de machos jóvenes foráneos que buscan convertirse en líderes de una nueva manada. Defienden el territorio 24 horas al día y, en especial, durante la noche», relata.

Pero no siempre sale bien. «Un día llegaron unos machos y la batalla fue terrible, mataron a los cachorros, a algunas hembras y destronaron a los reyes». Los jóvenes machos subadultos se marchan por voluntad propia y no desterrados por sus padres, los machos reyes. «En esos momentos no pude hacer otra cosa que mirar, era mi manada, pero si algo tuve claro desde el primer día es que no iba a intervenir en sus vidas».

El Rey de la Sabana

Esta estrecha convivencia ha sido recogida en el documental que protagoniza: «El Rey de la Sabana», una serie de nueve capítulos, que será emitida en breve en TVE y que ha sido producida por Story Producciones. Muchas de las grabaciones se han realizado durante la pandemia, lo que ha permitido captar imágenes únicas al quedarse solos y sin visitas de turistas en esta reserva natural. «Se ha podido filmar sin problema. El equipo decidió terminar su trabajo a pesar de las graves noticias que comenzaban a llegar desde España. También temíamos los posibles efectos de la Covid en Kenia, pero aquí apenas nos ha afectado porque estamos en un lugar remoto y alejado. Las cifras oficiales hablan de unos 600 fallecidos en todo el país», comenta Alesanco quien adelanta que se han podido grabar imágenes increíbles como cruces agónicos y estremecedores de los ñus por el río Mara, donde en pocos minutos pierden la vida más de un centenar de ejemplares. En su desesperado intento de llegar a la otra orilla se producen grandes estampidas, los ñus cruzan una y otra vez las aguas para tratar de encontrar a sus crías o a su grupo familiar, y perdidos en el caos entre la multitud de ungulados que como ellos desean cruzar, caen en las fauces de los cocodrilos que les esperan impacientes en las aguas del río Mara. También se han logrado otras inéditas, como una dura batalla entre leones, hienas, guepardos y leopardos, enfrentados ante la escasez de presas. Imágenes únicas nunca antes filmadas, sencillamente porque hasta ahora ningún etólogo había conseguido tener esta relación tan estrecha con una manada de leones. «Suponen un antes y un después en la forma de mostrar la naturaleza salvaje afri- cana», sentencia. El año más duro Este naturalista reconoce que «2020 ha sido el año más duro para los leones desde que llegué a África». El motivo: las intensas precipitaciones. «Ha llovido mucho, la hierba crece de manera espectacular y los hervíboros se desplazan a zonas menos húmedas. No se acercan a los altos prados porque temen que haya depredadores emboscados y porque no les gusta tener las pezuñas constantemente mojadas», explica. Algo que ha acrecentado el problema de la convivencia entre el león y el hombre. «Se han podido ver leonas atacan- do a plena luz del día las vacas de las tribus maasai que más tarde toman represalias contra las manadas. Muchos leones son envenenados o atravesados por las lanzas sin ser conscientes que con cada ejemplar sacrifica- do se compromete la supervivencia de la manada entera», relata con pesar.

J. Alesanco

La situación del león salvaje en África es preocupante. Se estima que la población se sitúa en unos 20.000 ejemplares, cuando en los años noventa alcanzaba los 100.000. Las amenazas son muchas: pérdida y fragmentación de su hábitat natural; desaparición o desplazamiento de sus presas empujadas por la caza furtiva o la expansión de la ganadería; envenenamientos o ataques como represalia por atacar al ganado o la caza deportiva. Por todo ello, urge la protección de los últimos leones salvajes del planeta y por ello este gran conocedor de los felinos ha puesto en marcha la iniciativa «Save the lion Maasai Mara» que contempla un programa de educación y concienciación del león y la creación de un fondo de compensación para pagar a los pastores cada vaca que haya matado este felino.

Un pueblo único

La diferencia del pueblo Maasai con respecto a otras comunidades del continente africano radica en que esta etnia, originaria de la antigua Nubia en el alto Nilo, rechaza categóricamente la caza, la pesca y la agricultura, por ser actividades que terminan trastocando la vida de las especies o degradando el ecosistema. «Este uso de la ganadería sostenible de pastos compartidos con el hervíboro salvaje hace que los Maasai hayan conseguido lo imposible en estos tiempos de sobre aceleración, intereses económicos y caos en otras muchas partes del planeta: seguir viviendo de manera pausada, en equilibrio sostenible y en armonía en las últimas zonas de naturaleza africana salvaje y primigenia -sin vallas- donde ninguna especie falta, incluyendo al hombre y a su ganado ancestral», señala Alesanco.

El problema arranca en el hecho de que la sobrepoblación ha acorralado a este parque natural entre extensos campos de cultivo de maíz y trigo, así como fincas privadas de ganadería intensiva donde la degradación del medio ambiente ha dejado estrangulado a este ecosistema con la excepción de su lado sur unido al inmenso Serengeti, haciendo del ecosistema MaraSerengueti una extensión de más de 700 kilómetros de norte a sur, convirtiéndolo quizás en el último bastión salvaje de África. Los maasai han tenido que renunciar a su vida nómada y los encuentros con leones, animales también territoriales, son más frecuentes y directos que en épocas pasadas.

No obstante, aclara que «es un dato científicamente comprobado que el león es consciente de que el hombre es el máximo exponente de la pirámide ecológica y que tanto él como su ganado son algo prohibido que está fuera de su rango natural de presas. Esto es algo intrínseco al león y los demás predadores, evitan el contacto con el hombre, está grabado en sus genes y se transmite de una generación a otra. Solo en circunstancias extremas, ante la escasez de alimentos, deja a un lado sus instintos aprendidos y ataca a lo que podríamos llamar la presa exclusiva del hombre».

Tras una hora de conversación tiene que poner rumbo a Cheetah Tented Camp, el lujoso campamento que dirige junto a su mujer al pie de la cordillera Oloololo, a unos escasos diez kilómetros de donde ha estado contemplando el paso de la gran migración. Antes de colgar, una obligada pregunta: ¿Con qué otra especie le gustaría convivir? Sorpresa: con cocodrilos. «Me apasionan los carnívoros porque todo animal que necesita cazar para comer está destinado a sufrir en la naturaleza». Eso sí, aclara que el león le ha enseñado tanto que le faltarían vidas para seguir estando con ellos y promete que seguirá intentando conservar un lugar único donde las especies se entremezclan de una manera tan armoniosa como hace cincuenta mil años. Y sentencia: «Maasai Mara podría ser el último África».

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