Paso de la Esperanza Macarena a su salida de la Real Colegiata de San Isidro
Paso de la Esperanza Macarena a su salida de la Real Colegiata de San Isidro - José MAnuel Mata

El «Gran Poder», 75 años de fervor y pasión en la Semana Santa madrileña

La Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad celebró el Jueves Santo junto con las estaciones de penitencia de «El Pobre» y El Divino Cautivo de Benlliure

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No era una cita más. Nadie quiso ayer perder su sitio para ver salir de la Real Colegiata de San Isidro a la procesión más antigua de Madrid. La que viene reivindicando, año a año, que la capital también es Semana Santa, fervor y pasión cofrade. La Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad de Jesús del Gran Poder y la Esperanza Macarena celebró 75 años de Jueves Santo y vida institucional. La calle Toledo estaba hasta la bandera para ver salir las tallas del Cristo –obra de Fernández-Andes de 1942– y de la Esperanza Macarena –de Eslava Rubio, de 1958–. Túnica negra y cinturón de esparto para el cortejo del Señor. Hábito blanco y antifaz verde para quienes acompañan a su Madre.

«Macarena: ¡Guapa, guapa y guapa!». El grito de los madrileños llega al cielo entre las marchas de los Amigos de la Música de Herrera mientras Ella se gira para ver a su pueblo.

Aires de Sevilla para una procesión «muy madrileña» que se adentró con su hileras de nazarenos, damas de mantilla, velas y aroma a incienso en la noche de Madrid. Él, portado en silencio y alumbrado por cuatro faroles que le llevaron hasta su estación en el Convento del Corpus Christi –las Carboneras–. «Parece que camina. Qué buenos son los costaleros», se escucha. Ella, tras sus pasos, con la luz de los cirios bajo el palio iluminando las lágrimas de su rostro.

Horas antes, pasadas las siete y media, «El Pobre» se adelantaba en su cortejo con su espectacular salida de San Pedro «El Viejo». Se repite cada año, si el tiempo lo permite, pero la escena no deja de sobrecoger por ello. En cuclillas, las andas en el antebrazo y 42 hombres soportando «el peso» de sacar el trono de Jesús por la estrecha puerta del templo trinitario. Una cita ineludible por el Madrid de los Austrias que ayer se rindió a los pies de esta talla sevillana del siglo XVIII. El esfuerzo, repetido en el paso de palio de la Virgen, para evitar el dintel del portón es uno de los momentos grandes para esta Primitiva e Ilustre Hermandad madrileña. Pasan al límite entre los aplausos que alivian el dolor de los anderos. «¡Viva Jesús El Pobre!».

No hicieron falta más palabras para ver la emoción en los ojos de sus devotos. A la misma hora, desde el Colegio Calasancio de Padres Escolapios, «El Cautivo» de Benlliure ya había salido al encuentro de los fieles por las calles del distrito de Salamanca. Mayores y niños que alimentan el futuro de la fe madrileña y que esperaron también impacientes al trono de María Santísima del Dulce Nombre. De nuevo sus anderos, de rodillas y sin margen para el error, hicieron ver la luz del sol a la Virgen con las notas del himno nacional de fondo. «¡Ya está aquí el Dulce Nombre para Madrid!». Mecida sobre la cabeza con el único soporte de sus manos, se ofrece a su pueblo. Un pueblo que, como es tradición, lanzó petalos desde los balcones al «Pobre» en su ascenso por la calle San Justo. A Ella, bajo su palio, la llevaron «bailando» entre marchas procesionales de la agrupación La Lira de Pozuelo. Los músicos de Entre Coronas de Espínas de Sorihuela (Jaén) acompañaron al Cristo en su particular «madrugá».

Casi siete horas por la Plaza Mayor, por Toledo, por la Cava Alta, Puerta Cerrada y, de vuelta, al Nuncio donde su Hijo —antes de guardarse bajo la torre mozárabe de San Pedro «El Viejo»— le dedicó su esperada reverencia. Hoy mucho más con la esperada estación de penitencia de Jesús de Medinaceli, el Cristo de los Alabarderos, la procesión del Silencio y los Siete Dolores. También volverá a salir el Divino Cautivo y el Santo Entierro.

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