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Maquinaria del reloj de la Puerta del Sol, construido en Londres en 1865 - ISABEL PERMUY
Fin de Año

Todo listo para las 12 campanadas

El reloj de la Puerta del Sol fue un regalo del maestro José Rodríguez Losada, en 1865, al pueblo de Madrid

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No. No tiene un nombre especial. «Es el reloj de la Puerta del Sol. Con eso sobra y basta». Estamos subidos en el templete de la Real Casa de Correos con Jesús López-Terradas, el maestro relojero que cuida, desde 1996, de este maravilloso aparato de precisión. La vista impone. Arriba, las pesas, las esferas, la maquinaria ... Abajo, un gentío alegre y bullicioso que se prepara para festejar el paso a 2015. Sólo faltan tres días. Tic, tac; tic, tac...

Todo está preparado. El reloj más famoso de España y de medio mundo, el más visto en Nochevieja, goza de buenísima salud. No fallará nada. Jesús y su equipo —los hermanos Pedro y Santiago Ortiz Rey, sus socios en la relojería «Losada», de Madrid,—, estarán ahí para que así sea.

Han estado vigilando todo el año esta pieza única para que las uvas se coman como mandan los cánones. De una en una y sin atragantarse.

Para disfrutar del interior del reloj de la Puerta del Sol hay que pasar controles de seguridad. Es un objeto muy preciado y pocos, poquísimos además del maestro relojero, tienen acceso a él. Al templete se llega por una estrecha escalera de caracol hecha a base de hierro forjado. Preciosa, por cierto.

Construido en Londres, en 1865

El reloj de Sol fue construido en Londres, en 1865, por el relojero leonés, exiliado, José Rodríguez de Losada (de ahí el nombre que Jesús puso a su relojería), como regalo a los madrileños. De hecho, en la balconada al aire libre, compartiendo popularidad con la bola, una de las campanas lleva la siguiente inscripción: «José Rodríguez de Losada. A la Villa y Corte. Madrid, 1865». Fue inaugurado el 19 de noviembre de 1866 por la Reina Isabel II como conmemoración de su cumpleaños.

En un primer piso, nos encontramos el péndulo y las tres pesas, que se encargan del movimiento y la sonería de los cuartos y de las horas. Subimos hasta corazón. La luz inunda el habitáculo. Todo reluce como una moneda nueva. Martilletes, transmisiones, tornillos y poleas funcionan como un ballet. Cada hora completa un ciclo de cuatro cuartos de sonería. Precisión con mayúsculas. Las 4 esferas (mirando hacia Puerta del Sol, carrera de San Jerónimo, calle Carretas y Plaza Mayor), son de un blanco puro que contrasta con el negro intenso de las agujas. Llegamos a la bola. Una enorme esfera de latón que sólo la activa Jesús, manualmente, en Nochevieja. Está conectada a una palanca que el maestro relojero acciona 28 segundos antes de que el reloj dé las doce de la noche. Y, así, los cuartos y el repique de las campanas. Preparen ya las doce uvas.

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