En toda fiesta, convención o guateque que se precie siempre hay un invitado inesperado que, con salvoconducto, santo y seña o jeta espontánea, accede, se cuela y se planta en la mesa presidencial. En los próximos Oscar, gala que no deja de ser una 'cuchipanda' de postín, tal categoría heterodoxa le corresponderá a un tipo de Manhattan, con crianza de Queens pero con alma de Nueva Orleans, cosecha del 82, con raíces folk por parte de su padre y de su madre y que, paso a paso, ha ido cantando línea en Cannes y Sundace hasta presentarse con la aspiración de aullar bingo el próximo domingo 24. Por soñar que no quede, desde luego. Sobre todo porque de naturaleza altamente soñadora (onírica, que dirían los puristas), poética y hasta chamánica es su deslumbrante ópera prima: 'Bestias del sur salvaje'.
No puede disimular Zeitlin, juglaresco Shyamalan blanco y de ojos azules, el shock que le produjo su mudanza a una ciudad con los restos del naufragio del Katrina aún colgando en canal en sus tendederos. Lejos de meter la cabeza en el barro, el cineasta sacó brillo al delta del Mississippi y le hizo sonar "como una guitarra nacional", que cantara Paul Simon. ¿Cómo? Con una fábula extraña, polifacética y mitológica que conecta con algunas de las esporas nerviosas más profundas de nuestra especie. Todo, gracias a la conexión con la epopeya de Hushpuppy (ojo a la también nominada Quvenzhané Wallis), una cría que hubiese encandilado a Truffaut y a Rice Burroughs, y que nos guía a través de un territorio limítrofe luminoso y cegador que casi sería una frivolidad llamar 'apocalíptico'.
En 'Bestias del sur salvaje', ningún golpe amaga y esconde el guante. Zeitlin se lanza al precipicio encomendándose a Mark Twain y otros ancestros, y su salto también nos arrastra como espectadores, a veces perplejos, y otras algo irritados ante nuestra dificultad, o incapacidad, de seguir sus sueños. Pero es que los sueños son así, muy suyos, muy de cada uno. Al menos, los de nuestro protagonista han llegado a alturas insólitas: el mismísimo Obama ha confesado que le chifla la película, lo que ha disparado su cotización y su rosario de distinciones. Y el treintañero Zeitlin, como quien no quiere la cosa, se ha plantado en el pedestal de nominados al mejor director junto a Haneke, Russell, Lee y Spielberg, desplazando a luminarias como Tom Hooper, Ben Affleck o Paul Thomas Anderson. Eso sí es soñar despierto.
