Ben Affleck no tuerce el gesto. A pesar de que empieza a ser un clamor, él se mantiene elegante. Muy pocos entienden ya cómo es posible que la Academia de Hollywood le dejara fuera de las nominaciones al Oscar al Mejor Director cuando, en las semanas previas a la ceremonia -24 de febrero-, está enhebrando un premio tras otro. Y muchos de ellos, además, vienen de los supuestos integrantes de la academia: el sindicato de directores, actores, productores...
El cineasta -actor, director, guionista y productor- desprecia el revanchismo. Él prefiere hablar de "respeto" y, a pesar de su popularidad, se mantiene humilde. "Uno no tiene derecho a todo", recuerda. Affleck intenta recordar sus momentos menos selectos para valorar lo que tiene, en lugar de rabiar por lo que han evitado que tenga. "Para mí es un honor increíble estar nominado como productor. No me preocupo de lo demás. He pasado muchos años viendo la gala desde casa".
Hasta que 'Argo' le ha rescatado para colocarlo en la alfombra roja. Al fin ha triturado el disfraz de galán, para colocarse, aunque él, siempre recatado, lo niegue, muy cerca de los pesos pesados de la industria del cine. Cuando empuñó el Globo de Oro, desde el estrado, Affleck miró a Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Kathryn Bigelow y Ang Lee, y se sintió afortunado. "Estos candidatos son excepcionales y nunca pensé que estaría a su altura".
Así es Ben Affleck, el yerno soñado, un padrazo capaz de acudir a los premios de la DGA, el sindicato de directores, con la frase "papa, good luck" (papá, buena suerte) que le había rotulado en la mano una de sus hijas. El chico perfecto. El hombre que desde 2010, además, se preocupa por los ciudadanos del Congo a través de la ONG Eastern Congo Initiative. ¿Qué más se le puede pedir?
Pero no siempre fue así. También fue un joven que estudió en Cambridge Rindge y Latin High School, donde, reconoce, se dedicó "a fumar marihuana y beber alcohol". Y un rompecorazones con dos parejas muy sonadas: Gwyneth Paltrow, a finales de los 90, y Jennifer López, con quien llenó hojas y más hojas de papel cuché con una relación a la que el ocurrente director Kevin Smith, con quien trabajó en 'Mallrats' o 'Buscando a Amy', puso nombre: 'Bennifler'.
Con JL estuvo a punto de casarse, pero cuatro días antes de la boda, de una celebración presupuestada en dos millones de dólares, se echaron atrás. Tampoco es que fuera su ruina. Affleck ya ganaba una fortuna, sólo así pudo costearse en 2001 su paso por Promises, un centro de rehabilitación donde pagó 30.000 dólares al mes para acabar con sus problemas con el alcohol. El amor con Jennifer López le llevó a protagonizar 'Gigli', un film abominable, considerada una de las peores películas de la historia, penado con dos de los únicos galardones que no quiere un actor, los premios Razzie.
«Estoy horrible»
La universidad dejó en Affleck, niño prodigio, actor desde los 12 años -empezó con un anuncio de Burger King y 'El Viaje de Mimi', un programa educativo sobre ciencia-, algo más que resacas y amores fugaces. Allí, donde estuvo con su viejo amigo Matt Damon, completó un trabajo que, años más tarde, en 1997, les valdría el Oscar al Mejor Guión Original por 'El Indomable WIll Hunting'. Eran los tiempos de Bob El Silencioso (el director Kevin Smith), cuando Affleck era más autocrítico. 'Estoy horrible: rígido, pastoso, regordete', dijo de su actuación en 'Mallrats'.
Benjamin Geza Affleck (Beckley, California; 1972), hijo de un fotógrafo (Tim) y una maestra de escuela (Chris), hermano de Casey, también actor, aprendió de Bennifer los peligros de la fama. No cometería los mismos errores en 'Bennifer 2.0', su idilio con Jennifer Garner, con quien se casó en secreto, en 2006, en las islas Turcas y Caicos, en el Caribe. Garner le ha dado tres hijos: Violet (7 años), Serafina (5) y Samuel (1).
La madurez le colocó detrás de las cámaras. Primero con 'Adiós, pequeña, adiós', protagonizada por su hermano Casey. Después se multiplicó en 'The Town' (fue director, guionista y protagonista), algo más exitosa en la taquilla. Y, finalmente, 'Argo', la cinta que ha terminado de seducir a la crítica, que le ha aupado al Olimpo de los directores gracias a una enorme colección de premios, pero que no convenció a la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, que ya teme asistir a la cuarta película de la historia que gana el Oscar sin que su director esté nominado. Hasta ahora sólo ha sucedido con 'Wings' (1929), 'Grand Hotel' (1932) y 'Paseando a Miss Daisy' (1989), de Bruce Beresford. Ajeno a la polémica, siempre correcto, Affleck ya trama un nuevo éxito: 'Live by night', una película sobre la ley seca en el Boston de los años 20.
