El presidente Feijóo, aplaudido por su partido tras una de sus intervenciones
El presidente Feijóo, aplaudido por su partido tras una de sus intervenciones - miguel muñiz
Debate del estado de la autonomía

Feijóo se compromete a más gasto social para «recuperar a las personas»

El presidente se emociona tras agradecerle a Galicia «por todo» y reabre el debate sobre su futuro

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lberto Núñez Feijóo cumplió con lo que de él se esperaba en el Debate sobre el estado de la Autonomía: medidas para acreditar el impulso social de su gobierno en el último año de la legislatura sostenidas sobre la base de la recuperación económica. Tras cuatro años de gobernar la miseria y la tijera, llegó el momento de poder hacer política de gasto, y no solo de recortes. «Economía con alma», de esa que no le gusta a Cristóbal Montoro. Fue el suyo un discurso con formato de balance, salpicado de anuncios y con un aroma a despedida, no se sabe bien de qué, pero con un trasfondo de largo adiós desde el agradecimiento a la tierra. «Gracias por todo, Galicia», finalizó Feijóo su intervención matinal: «No hay mayor honor que servirla, ninguno».

La voz se le quebró.

El presidente gallego concretó algunas de las iniciativas específicas con que encarará la recta final del mandato, destinadas a todos los colectivos. Para incentivar la natalidad, una ayuda de 100 euros mensuales a las familias en las que nazcan nuevos niños a partir del 1 de enero. Pensando en los más golpeados por la crisis, la pretensión de que haya «lista de espera cero» para percibir la Renta de Integración Social (Risga).

Prometió 10.000 nuevos beneficiarios de la Ley de Dependencia para 2016. Y por último, mirando al grueso de los ciudadanos, una rebaja fiscal de dos puntos en el tramo autonómico del IRPF «para rentas medias y bajas» que se sumará a una exención del impuesto de sucesiones y donaciones para el 99% de la población.

Todo esto —más lo que presumiblemente habrá de venir en la letra pequeña de los Presupuestos de Galicia que la Xunta aprobará este lunes— con cargo a los 400 millones más para inversión con que contará su gobierno de cara a 2016, el mayor incremento en las cuentas autonómicas desde 2008. Al menos en el plano presupuestario, Feijóo podrá darse alguna alegría en año electoral.

Esta inyección económica, precisó el presidente, «no irá a un sobreesfuerzo para alcanzar los objetivos de déficit porque este año cumpliremos con el 0,7%, como cumplimos siempre y como seguiremos cumpliendo en 2016». Ese fue otro pilar del discurso: explicarle a los ciudadanos que los esfuerzos del pasado ajustando el cinturón son precisamente los que permiten poder tirar de chequera en este nuevo ciclo económico. «Nos vimos obligados a decir muchas veces que no para que hoy podamos decir que sí», resumió.

Autocrítica y disculpas

«No existen gobernantes infalibles y cometimos errores por los que debemos disculparnos y rectificar», entonó Feijóo. «Es cierto que en muchas ocasiones tuvimos que decir que no de manera consciente, más de las que quisiéramos», pero «a veces sin la explicación que se requería, lo que es inexcusable». Ya previamente había admitido que su renovación de gobierno respondía a una «rectificación» ante las demandas ciudadanas. «Escuchar a los gallegos es un ejercicio preceptivo y vinculante», afirmó.

Ese meaculpa también se refirió al traslado del hospital de Vigo, un proceso «que no se hizo todo bien». «Con toda humildad lo digo, y lo mejoraremos, pero también con todo orgullo puedo decir que valió la pena, y lo acreditaremos más tarde que nunca».

Hubo reproches, pero para la oposición, a la que censuró su negativa a dialogar las leyes y medidas contra la corrupción anunciadas en este mismo debate el pasado año y que ya están aplicadas o en trámite parlamentario en su gran mayoría. Ello, a pesar que «estas leyes serán buenas para todos» , porque «todos estamos expuestos a que surjan dudas o directamente corruptos».

La estrategia de la confrontación fue igualmente criticada por Feijóo. «No es comprensible que todo sea motivo de refriega partidista», y dentro de la mano tendida, instó a sacar la política lingüística de la trinchera. «Ningún grupo debe arrogarse su propiedad», pidió.

Sabedor de que sus palabras resuenan más allá del Padornelo, Feijóo introdujo en el hemiciclo el debate territorial abierto tras el desafío secesionista catalán. Contrario a romper con un sistema que ha garantizado que los gallegos «sean únicos en España sin necesidad de ir contra España», el mandatario reiteró que Galicia «no es deudora de nadie, ni se ve en la obligación de resarcir a nadie por no se sabe qué ofensa». Como corolario, una advertencia a navegantes: «Galicia no podrá aceptar privilegios que nos llevarían de vuelta a aquel agravio comparativo del aldraxe» , manifestó: «Si aquello lo fue, esto también lo sería». Según Feijóo, los gallegos fueron «independientes de la resignación, del fatalismo y del derrotismo», y su gobierno no le propuso a la ciudadanía «quedar solos en el mundo, agotándose con identidades destructivas y fratricidas, sino trabajar a lado de las grandes democracias».

En su turno de réplica, Núñez Feijóo hurgó en las contradicciones del PSOE sobre el cupo vasco, que si bien consideró una «situación desigual», lamentó que los socialistas lo usen ahora por interés electoral mientras en el País Vasco se alían con el PNV y guardan silencio sobre el tema.

Cerró su intervención con una serie de reproches a la oposición y a la falta de constructividad de las críticas vertidas. «No se preocupen por quién será presidente dentro de doce meses, si no de lo que no hicieron estos siete años», espetó, para concluir que «si a Galicia no le gustó un gobierno entre dos partidos, menos lo haría uno entre cinco».

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