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Haciendo amigos

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Creíamos que Rajoy era gallego, pero por la forma de hacer amistades parece que fuera de León lo mismito que ZP. Por Dios y por todos los santos, que no se me enfade mi compañero de los domingos en esta página de ABC, ni tampoco la cantidad de amigos -buenísimos por cierto- que tengo en León. La perla no es mía, sino del autor de «La pícara Justina» que, al parecer, conocía el percal de entonces -¿habría estudiado en León como Rajoy?-, y no se mordió la lengua cuando escribió aquello de «amigo de León tuyo sea, que mío non». Bueno, siendo exactos y para más inri, no empleó el subjuntivo sea, tan fino, sino su equivalente en lleunés «seja», tan fuerte.

Como igual da sea que «seja», a lo que vamos: que Rajoy no tiene precio en el arte de hacer amigos.

En vísperas de las elecciones generales, el Presidente del Gobierno acaba de conceder seis nuevos canales de TDT -canales de televisión digital terrestre, para entendernos-, entre lo más granado, libre y mediático de la información en España. Esto es lo que, idílicamente al menos, se pensaba. Concurrieron nueve solicitantes, entre ellos Vocento, la marca de ABC. Todos daban por hecho que esta vez habría equidad allí donde Zapatero impuso sectarismo, y que tanto Mediaset como Atresmedia quedarían al margen del reparto porque su omnipresencia se ha convertido de facto en el duopolio de un régimen coronado. Pero la sorpresa ha sido más que mayúscula.

Contra todo pronóstico, el duopolio anestesiante y berluscoño ha salido reforzado con Rajoy. El presidente le ha birlado a Vocento el canal de TDT para dárselo a la Sexta. Gran disgusto, queridos colegas, cómo no. Pero nada más lógico. A Rajoy le gustan las sensaciones fuertes, y necesita que alguien le parta la crisma al PP a todas las horas y hasta que, zapateramente hablando, pierda las elecciones del próximo mes de diciembre. Así que la progrez más podemosa y de las CUP complacerá al presidente en TDT como la célebre polla de León que ponía un huevo y encima le salía huero. Imaginar que el duopolio, en tiempo record, se convierta en aliado del PP, sería un terremoto de proporciones hidalgas, que diría el infinito Margallo.

Vamos, como una especie de milagro que, por obra y gracia del Espíritu Santo, hiciera al jesuita Bergoglio papa súbito de la iglesia ecologista y de la misericordina en onzas de chocolate. O como si de repente el señor Lassalle -el Secretario de Estado de Cultura que Rajoy nos ha endosado a todos los españoles como puente del separatismo catalán- dijera en Castilla y León que se acabó de una vez por todas el desguace del Archivo de Salamanca. Un imposible metafísico y aristotélico. Pues lo mismo ocurre con Rajoy en su política de hacer amigos por TDT. Una mala copia en plasma que, después de la Justinica, remató Montaigne: «¡Oh, amigos míos, no hay ningún amigo!».

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