confieso que he pensado

El empleo más caro

Montañas de horas y dinero parecen haberse perdido por el desagüe en una región donde las políticas de empleo han provocado un porcentaje vergonzante de parados

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La irrisoria aportación del Servicio Canario de Empleo al mercado laboral, en el que consigue colocar tan solo a un 1,5 por ciento de los nuevos trabajadores a pesar de disponer de un importante presupuesto, pone en evidencia la necesidad de reformar dicho servicio público, cuando no de plantearse si es necesario como tal y si las cosas buenas que ofrece, que también las hay, pueden ser asumidas por otros ámbitos de la administración.

El fenómeno no es nuevo. Tanto en las islas como en el resto de España, los recursos humanos y pecuniarios que se han destinado en las últimas décadas a políticas de fomento del empleo han fracasado rotundamente, y no hay mejor muestra que las cifras de paro.

Asesoramiento, contratos de formación, cursos en los que se gastan ingentes cantidades de dinero, no han servido para gran cosa a la vista de la situación actual, si acaso para aportar algunos episodios más a la enciclopedia de la corrupción que escribimos día a día en esta castigada nación.

Por ello, lo que resulta del todo increíble es que a estas alturas ni una sola de las formaciones políticas que concurren a las próximas elecciones, las de siempre y las emergentes, cuente con un plan viable y creíble para reformar lo que no funciona, que de forma paralela supone un elevado coste para nuestros bolsillos.

Y no es que los poderes públicos deban echarse a un lado, porque el fomento del empleo es lo suficientemente importante como para requerir todos los esfuerzos por parte de quienes gestionan los asuntos de todos, sino que la realidad nos muestra de forma cruel y contundente el rotundo fracaso de todo lo que se ha llevado a cabo hasta ahora.

Montañas de horas y dinero parecen haberse perdido por el desagüe en una región donde las políticas de empleo, si alguna vez existieron como tales, han provocado un porcentaje vergonzante de parados, unos sueldos que en no pocos casos rozan el ridículo y, lo que es más grave, unas expectativas de recuperación exiguas y basadas en empleo de baja calidad.

Si tales logros no son lo suficientemente contundentes como para plantearse un cambio, es que quienes se hallan al frente de la Comunidad autónoma, y quienes aspiran a situarse en los sillones de mando en un futuro próximo, han perdido el norte acerca de los deberes de un gobierno, que incluyen la inmediata reforma de lo que no funciona.

En muchas ocasiones, y ésta es una de ellas, las propias administraciones se empeñan en facilitar argumentos sólidos a quienes ven en ellas dinosaurios a los que lo único que les interesa es comer y comer, sin aportar nada a cambio.

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