Diez restaurantes de Alicante que destacan por su arquitectura
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Diez restaurantes de Alicante que destacan por su arquitectura

Entornos, comedores y decoraciones de impresión para acompañar buenas comidas por toda la provincia

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Entornos, comedores y decoraciones de impresión para acompañar buenas comidas por toda la provincia

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  1. La Maçana

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    Un restaurante precioso, posiblemente de los que mejor aúnan en toda la ciudad de Alicante el binomio que forman comida y entorno. Aire clásico, apacible y cautivador a base de obras de arte repartidas por todas las estancias, que lo convierten en un lugar único en el que, además de comer de escándalo, sus asistentes pueden deleitar la vista y su vida interior con un poco de creatividad local. En La Maçana hay comida y arte a partes iguales con estilo propio en ambos casos.

    En su carta, con un magnífico producto como telón de fondo, se sucede una serie de platos que conviene probar. Con una casi inmejorable selección de vinos para acompañar, la casa sirve entrantes de escándalo como el foie de la casa, los boletus fritos con jamón ibérico o el revuelto de morcilla; gazpachos caseros de pulpo y musola, conejo y caracoles o pato entre otros; arroces caldosos y su especialidad, las carnes a la piedra. Un lugar obligatorio para los amantes de la buena comida y el arte en Alicante.

  2. Mi Casa

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    Amplitud, aire rústico, un jardín que lo envuelve todo y otorga un punto extra de paz a un local lleno de encanto y recogimiento. Los arroces de Segis nació hace veinte años con una premisa bien clara: servir comidas, solo comidas, con un único menú y las innegociables condiciones de calidad y buen precio. Dos décadas después y con varios restaurantes tras la marca, Mi Casa mantiene el compromiso en un local clásico y espectacular.

    El entorno, verde y selvático, permite que lo que ocurre en el comedor rebaje el nivel de decibelios. Con su conseguido ambiente rural y clásico a buen resguardo, la comida llega a un nivel acorde a todo lo que la rodea. Buenos entrantes como ensaladilla rusa, huevos rotos con patatas a la ñora o pimientos picados hechos al sarmiento dan paso a la estrella, los arroces, que pueden ser de conejo y serranas, verdura con magra, negro con sepia o el más ilustre, el ibérico de Carlos Herrera, con costillejas de cerdo, jamón ibérico y garbanzos. Tan especial como todo lo demás.

  3. El Granaíno

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    Uno de los templos del tapeo de la provincia es, además, un local con una singular construcción y ambientación ideal. Aire andaluz en un restaurante que ocupa todo un edificio, destacando a la vista y marcando la diferencia con su entorno, en un tranquilo barrio residencial próximo al centro de la ciudad. Encanto y personalidad propia para llamar la atención de los ojos antes de hacer lo propio con el gusto. En su interior, cocina de mucho nivel al servicio de excepcional materia prima de temporada.

    Entre jamones colgados del techo, barras con tejado y una curiosa mezcla de madera, piedra y azulejos, El Granaíno sirve platos tradicionales, recetas conocidas elaboradas a partir de ingredientes de mercado de máxima calidad. Coca con sardina, tomate con capellán, arroces, salazones y un excepcional jamón como bandera de un restaurante que sobresale tanto por su aspecto exterior e interior como por su comida.

  4. Estiatorio

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    En las entrañas de una característica construcción en el interior del parque Terra Natura se encuentra un restaurante con una calidad que supone una grata sorpresa. Una pequeña iglesia ortodoxa griega, recreada con encanto y precisión, acoge un establecimiento que supone todo un homenaje a la comida y el estilo de vida del Mediterráneo que conecta la tierra helena que reproduce con la Costa Blanca que lo acoge.

    Platos clásicos de la gastronomía griega, con ingredientes naturales y frescos, ponen el punto de valor añadido que todo bonito enclave necesita para reafirmarse. Ensaladas, queso al grill, berenjenas y calabacines fritos, patatas con queso al más puro estilo heleno, moussaka, brocheta de cordero o saganaki de mejillones para empezar, con postres tan típicos de sus islas como deliciosos: yogur griego o kantaifi de nueces. Además, menú infantil para aquellos que decidan ir con toda la familia.

  5. Masía de Chencho

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    Una oda a la paz en plena huerta ilicitana. Una muralla de palmeras y olivos crea un oasis interior para resaltar todavía más la singularidad de este comedor, con una decoración clásica y lujosa pero cómoda y accesible, que conserva la esencia de antiguo caserón y lo adapta sin perder un ápice de autenticidad. El trato al cliente alcanza su mejor nivel aquí, convirtiéndose en un elemento más para sumar en una vieja masía convertida en templo gastronómico e incluso social, llena de rincones para perderse y disfrutar de una agradable velada.

    La Masía de Chencho cuenta con producto de mercado seleccionado diariamente, lo que asegura el uso del mejor género posible en cada época del año. La cocina se adapta para ofrecer, con la técnica como constante, platos con claro protagonismo para el producto pero con un innegable toque de personalidad en la cocina. Entre sus destacados, el tartar de atún, el pulpo, los arroces y, por supuesto, la carne.

  6. Rincón de Antonio

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    En el centro histórico, en pleno barrio de El Carmen, una antigua casa labriega alicantina de tres plantas acoge un local tradicional en la ciudad, con un abanico de posibilidades gastronómicas puramente locales y una carta de servicios impecable con muchos años de comandas bien cubiertas a sus espaldas. La piedra lo envuelve todo en este restaurante, tan añejo en su localización y aspecto como en su oferta culinaria.

    Tapas de toda la vida hechas como nunca, con platos populares perfectamente ejecutados gracias al golpe de mano casero. Cazuela de mero o rape, calamares a la romana, queso frito, diablillos de la casa, brochetas, rollitos o distintos arroces como especialidades de un local que ofrece el valor añadido de comer en su mágica terraza, vetusta y entrañable a partes iguales, como avanzadilla de la entrada a un caserón huertano sobre la ladera del Castillo.

  7. Santísima Trinidad

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    Un gigantesco navío atracado en el Puerto de Alicante es, además, un curioso restaurante. Literalmente sobre las aguas del Mediterráneo, el Santísima Trinidad, construido originalmente en La Habana en el año 1769. Ahora, perfectamente reproducido y ambientado, se ha convertido en una de las grandes atracciones en la zona portuaria de la ciudad además de, por supuesto, ser un buen sitio para comer.

    Su espectacular espacio quizá alcance una dimensión superior en su cubierta. El simple hecho de tomar algo es una experiencia en sí mismo, pero la verdadera magia del lugar se advierte paseando sin prisa por su interior, poniendo los ojos en los pequeños detalles y aprendiendo la historia de uno de los más importantes buques de la mítica Armada Española. A bordo, buenos entrantes a base de producto, ensaladas, arroces, pescados y una sabrosa selección de carnes a la parrilla.

  8. Mesón de la Costa

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    En una de «las mecas» del arroz, Torrevieja, los peregrinos amantes del pequeño cereal acuden buscando lugares donde darse pequeños homenajes culinarios. El Mesón de la Costa posiblemente sea uno de los establecimientos de la ciudad salinera que más altas expectativas pueda colmar, con el valor añadido de encontrarse en un local singular y encantador, con una bodega embriagadora tanto a la vista como al gusto cuando alguna de sus botellas se descorcha y buena parte de la materia prima a la vista del público.

    Un clásico en la ciudad, con una selección de vinos impresionante que cuenta con caldos para maridar perfectamente con los matices propios de cada una de sus recetas. Por supuesto, arroces buenos -muy buenos-, pescados y mariscos tan frescos que casi saltan del plato-además de perfectamente cocinados- y una atención al nivel de la comida. Nada como elegir buen género para no equivocarse.

  9. La Cierva

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    Junto al emblemático pico del Maigmó, en el término municipal de Tibi, la montaña se hace restaurante en un local que destila aire puro y añejo. Los salones, sin pretensión alguna, son todo un homenaje a lo rústico, con aire agreste y montañoso que desprende aroma a gastronomía de interior y sierra por todos los poros, que durante algunas épocas puede degustarse con el enclave cubierto de nieve. Cuando llegan los platos, se confirman las sospechas. El nombre «La Cierva» ya era un buen indicador.

    En semejante entorno rural, no cabe más que esperar una cocina de ese calado. La calidad de los productos, tan sorprendente como previsible, empapa cada receta. Platos de montaña como migas de pastor, ciervo y jabalí, cochinillo, porras de Antequera, caracoles o «ajo mataero» se elevan a la máxima expresión para hacer del entorno un sabor más y deleitar los paladares más deseosos de sabores puros.

  10. Mauro Sensai

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    Minimalismo y elegante sencillez fusionados con clasicismo y tradición. Mauro Sensai es, posiblemente, uno de los mejores restaurantes de la provincia, con una carta que fusiona con tremendo acierto lo italiano y lo japonés. Una fantástica terraza crea el ambiente propicio para relajarse, tomar una copa y disfrutar de un entorno de lo más privilegiado.

    Ya sea de restaurante o en su sorprendente «barrita ibérica» de tapeo a base de producto, Mauro Sensai cuenta con opciones variadas y de altísima calidad. Entre lo más destacado para dejarse llevar por los sabores en conjunción con el entorno, su tataki de pez mantequilla, el tartar de atún rojo, elaboradas piezas de sushi, presa ibérica, croquetas de boletus y deliciosos postres.

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