Escena de la representación de la obra teatral «Jugadores»
Escena de la representación de la obra teatral «Jugadores» - abc
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«Jugadores»: Oscuras confidencias sin tupidos velos

Cuatro hombres, cuatro historias y ningún atisbo de tapujo entre ellos

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Un enterrador enamorado de una prostituta. Un barbero con problemas matrimoniales. Un actor de teatro experto en fracasar en audiciones. Un recientemente huérfano profesor universitario con problemas de agresividad. Los lados oscuros de cuatro hombres quedan perfectamente retratados: sus formas de ser, sus metas o aspiraciones son lo de menos.

El Teatro Principal de Alicante ha acogido durante el fin de semana la representación de «Jugadores», una ácida comedia con toques de humor macabro que arranca carcajadas entre una sucesión de relatos de vidas desgraciadas. Una obra concisa, de apenas hora y veinte minutos, en la que Luis Bermejo, Ginés García Millán, Jesús Castejón y Miguel Rellán no necesitan más que la cocina de un viejo piso para hacerse enormes sobre el escenario.

Igual que en «El túnel» de Ernesto Sabato el final, grosso modo, se telegrafía en conversaciones a los pocos minutos de empezar la función. Pero la felicidad siempre estuvo en el camino más que en la meta. A golpe de guión, con giros, gritos y pasión, García Millán monopoliza las líneas cómicas con fuerza pero sin evitar que gran parte de la trama gire alrededor del personaje de Rellán: una vieja gloria matemática frustrada por su repentina incapacidad para resolver cualquier ecuación, una problemática autoinfligida por la ira que un impertinente alumno le hizo sacar de dentro.

Permanente huida hacia delante. Una filosofía chabacana pero que regala momentos hilarantes gracias a unas interpretaciones que dan a entender lo fino que se ha hilado con cada personaje, con cada vida. Pasados de los que huir a través de dudosos caminos: el juego, la cleptomanía, la violencia o la mentira.

Entre línea y línea, la obra va dejando entrever un punto en común entre las cuatro historias, tan divergentes como surrealistas: el juego desmedido, los desórdenes personales, las vidas atribuladas que ni la edad pudo encarrilar. Hombres tan diferentes entre sí como similares en su trasfondo, en busca de una salida para sus propios dilemas, de un aliciente para seguir adelante o de un ancla con la que no separarse del ya de por sí lamentable «statu quo».

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