Mireia es muy joven, pero como se dice, las ha visto ya de todos los colores. Desde su fulgurante irrupción en los Europeos de Eindhoven de hace cuatro años (con solo 17 primaveras), siempre ha tenido que escuchar críticas que la acusaban de arrugarse en las grandes citas, de solo saber competir en pruebas ‘indoor’ (donde el nivel no es tan alto como en las competiciones en piscina de 50) y de no ser capaz de aguantar la presión. Más o menos, las mismas críticas que han pesado siempre sobre la natación española, una disciplina deportiva que nunca ha conseguido dar el salto de nivel que sí han logrado otros deportes, como el fútbol, el baloncesto o el tenis. Ella nunca contestó. Siempre se limitó a entrenar y a tratar de mantener una concentración muy necesaria en un deporte individual en el que no te puedes escudar en el seno de un equipo.

Ni siquiera perdió los nervios esta semana, después del runrún que recorrió la delegación española en Londres, tras un par de actuaciones algo decepcionantes, en los 200 estilos y en los 400 libres, en los que no pasó de las semifinales. Solo ella sabía para qué pruebas se había preparado mejor y también conocía el nivel de cada distancia, así que trató de evitar la polémica. Ella estaba tranquila, sabedora de que ya había hecho historia, porque se coló en la final de 400 estilos, y porque por dentro algo le decía que en todas las competiciones va a más. Por eso eligió nadar en tantas pruebas, porque necesita el rodaje de la propia competición para sentirse bien. Lo demostró este miércoles haciendo historia en los 200 mariposa. Sufrió en el último largo, pero logró unir su nombre al de otros ilustres de la natación española que triunfaron bajo los cinco aros olímpicos: David López Zubero, Sergi López, Martín López Zubero y Nina Zhivanevskaya. En parte, el buen sabor de la medalla de plata de Mireia es aún mayor que la de los anteriores, porque Belmonte, que entrena en el CAR de Sant Cugat a las órdenes del francés Frédéric Vergnoux, es un producto cien por cien español y no ha tenido que hacer las Américas para mejorar su rendimiento.

Y un producto además que hasta ahora era un diamante en bruto que algún día tenía que explotar. Porque hay que tener mucha calidad para ganar cuatro medallas de oro en unos Europeos en piscina corta como logró Mireia el año pasado en Hungría o tres oros en los Mundiales ‘indoor’ de Dubai de 2010. Como reconoció su técnico antes de lo Juegos, todo es una cuestión mental. «La natación española debe inspirarse en el fútbol o el baloncesto. No tienen vergüenza. Tampoco miedo a competir. Es lo que falta en la natación». Mireia, que pertenece al CN Sabadell, se ha aprendido la lección (no hay más que ver la osadía que mostró en los 200 mariposa en los que salió a muerte) y ahora se siente más fuerte que nunca. Liberada de la presión de conseguir su gran hazaña, en el 800 puede agrandar su entrada en la historia del deporte español.