El Papa se despidió ayer de Valencia, tras su primera y veloz visita a España en el tercer viaje de su pontificado, insistiendo en su defensa de la familia tradicional y repitiendo hasta en tres ocasiones, en la misa y en su despedida en el aeropuerto, la frase «matrimonio indisoluble entre hombre y mujer». Una réplica, recibida con aplausos por los fieles que le escuchaban, a las leyes que han introducido el matrimonio homosexual y han acelerado los trámites del divorcio. Benedicto XVI también aludió al «deber y derecho inalienable» de los padres creyentes a dar una educación católica a sus hijos, asunto que la Iglesia negocia con el Gobierno español, dentro de la ley orgánica de enseñanza.

En cambio, no hubo en sus palabras ni una mención a la tregua de ETA y a las esperanzas de un proceso de paz, un gesto que no es casual y que se puede leer como un intento de la Santa Sede de desmarcarse del juego político actual, consciente de que el Ejecutivo socialista esperaba un apoyo en esta dirección. Ratzinger se ha ido sin dar tirones de orejas a Zapatero, buscando la cordialidad en las relaciones mutuas, pero tampoco le ha hecho regalos. En definitiva, ha tratado de ceñir la visita a su objetivo inmediato de participación en el V Encuentro Mundial de las Familias.

Sin ánimo combativo

El Papa reafirmó, por tanto, la posición de la Iglesia en las cuestiones que ahora están sobre la mesa en España, pero sin ánimo combativo. Ésta es la clave de la visita y resume una actitud, fruto también de la distancia del Vaticano de las rencillas locales del día a día, que pasa la página a una fase tormentosa en las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno de Zapatero. Los discursos de Benedicto XVI han traído al debate abierto en España ese matiz suyo de querer abrir los ojos al interlocutor, intentando explicar sus razones.

Su deseo, como dijo al cerrar su discurso final en el aeropuerto, es «ayudar al mundo de hoy a comprender que la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer establecen un vínculo permanente, es un gran bien para toda la humanidad». Es indudable que la visita del Papa ha serenado los ánimos y su marcha deja ahora a la Iglesia española y al Ejecutivo con el reto de dialogar y llegar a entenderse para hallar una «solución justa», como pidió Ratzinger en su encuentro con Zapatero y la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega.

Curiosamente, hasta ha parecido que Benedicto XVI se mostraba más preocupado y atento a la situación de Italia, donde acaba de llegar al poder el centro-izquierda de Romano Prodi y se plantea la regulación de las parejas de hecho. En los dos telegramas de cortesía que el Papa suele enviar al presidente de la República al salir y regresar de Italia expresó su interés en que se defienda «la familia fundada sobre el matrimonio de las múltiples insidias que minan su estabilidad». Es casi más de lo que el Papa ha dicho en Valencia, mientras que en el telegrama de despedida al Rey se limitó a desear que España viva «en consonancia con sus raíces cristianas».

La homilía de Benedicto XVI en la misa celebrada ayer por la mañana en el escenario futurista de la Ciudad de las Artes y las Ciencias fue una extensa y meticulosa exaltación de la familia, que definió como «una comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de tradiciones» donde tiene lugar el desarrollo «integral y con dignidad» del hombre.

Naturalmente, hubo menciones a que «en el origen de todo ser humano no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios», pero muy en la línea de este pontífice de estilo docente la mayoría de los argumentos a favor de la familia fueron filosóficos, antropológicos y sociales. «Ningún hombre se ha dado el ser a sí mismo ni ha adquirido por sí solo los conocimientos elementales para la vida; todos hemos recibido de otros la vida y las verdades básicas para la misma, y estamos llamados a alcanzar la perfección en relación y comunión amorosa con los demás», dijo el Papa.

Por eso su conclusión, dirigida como consejo a los gobiernos, es que «reconocer y ayudar a esta institución es uno de los mayores servicios que se pueden prestar hoy día al bien común y al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades». En concreto, subrayó que «la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad».

En la sacristía

Benedicto XVI anunció que el próximo Encuentro de las Familias se celebrará en México en 2009 y antes de trasladarse al aeropuerto recibió en la sacristía al presidente del PP, Mariano Rajoy, acompañado de su mujer y sus dos hijos, con el que habló diez minutos. Es la segunda vez que el Papa se reúne con Rajoy, tras la audiencia que le concedió hace unos meses en el Vaticano.

Según fuentes del PP, el pontífice le transmitió «la necesidad de defender a las familias». Además de las autoridades de Valencia, claro feudo popular, los únicos asistentes a la ceremonia por parte del Gobierno fueron los ministros de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, junto con el embajador ante la Santa Sede, Francisco Vázquez. Los tres son quienes tienen entre sus tareas las relaciones con el Vaticano, pero además forman parte visible del sector más católico dentro del PSOE.

Los Reyes, presentes en todo momento en estos dos días, han estrechado sus lazos con el Papa y han dado continuidad a la relación histórica entre la Casa Real y el Vaticano. «Bien sabéis que aquí tenéis también vuestra casa», le dijo don Juan Carlos al despedirle a la una del mediodía. Ratzinger, que deja en la memoria de la ciudad la imagen de su visita al lugar de la tragedia del metro, en la parada de Jesús, ha demostrado un español más que aceptable y se va conociendo la horchata, que por lo visto le ha gustado mucho. Mañana se va de vacaciones a los Alpes de Aosta hasta el 28 de julio.