Veinte años no deberían ser nada para el Palacio de Carrizosa. La rehabilitación de este edificio allá por 1987, a cargo del arquitecto Manuel Ángel Fustegueras, fue la primera intervención de envergadura en un barrio de San Mateo cada vez más despoblado. Dentro de poco se celebraría su vigésimo aniversario, si los vecinos pudieran olvidar la pesadilla que viven desde hace poco más de un año.

Fue un 23 de junio de 2005 cuando los peores temores de los inquilinos se hicieron realidad: unos 30 metros cuadrados del muro medianero que separa el palacio del solar colindante, debido, según denunciaron los vecinos entonces y ahora, por la deficiente ejecución de las obras de construcción de unas viviendas.

Cuatro familias fueron desalojadas después de que técnicos de la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU) certificaran la gravedad de los desperfectos. Tres regresaron a sus casas unos dos meses después. La última todavía no ha podido recuperar su hogar.

De todas formas, parece que no tendrán que esperar mucho más. Según vecinos del palacio, las obras de reparación del piso más afectado están prácticamente terminadas, a cargo de Fivesur SL, la empresa que tomó el relevo a Dragados en la construcción de las viviendas promovidas por Residencial Siglo XII.

Precisamente, el plazo para la ejecución de estas obras, acordado entre la comunidad de propietarios del Palacio de Carrizosa y la de Siglo XII, expiraba el pasado viernes. Después del 30 de junio, la constructora debía pagar a los afectados la nada desdeñable cantidad de 2.000 euros por cada día de retraso.

Paralelamente avanzan los trabajos para la construcción del muro derribado, también con un plazo de ejecución: el próximo 30 de octubre. En caso de incumplimiento, también se fija un pago por parte de la constructora de mil euros al día.

Pero lo que no puede pagarse con dinero sigue siendo la preocupación y las molestias que los ocupantes de las 22 viviendas del palacio vienen soportando desde hace doce meses. «Llevamos más de un año en obras», relatan los propios vecinos, quien recuerdan además que durante todo este tiempo tampoco pueden disfrutar del patio ajardinado, donde «celebrábamos hasta comuniones».

Lo peor es que «lo veíamos venir, pero nos hicieron caso omiso» desde que en octubre de 2004 comunicaron que, por las obras en el soñar anexo, empezaban a producirse desprendimientos en el muro. Al menos, respiran tranquilos porque no se registraron daños personales, aunque sólo fuera porque en el momento del desplome los vecinos que se encontraban junto a la infraestructura afectada «pudieron salir corriendo. No pasó nada de milagro».

También por este motivo, la comunidad de propietarios continúa trabajando para la presentación de «una reclamación en regla» por daños y perjuicios. Al final, serán los tribunales los que resuelvan el conflicto abierto en plena calle Liebre, mientras estos vecinos intentan regresar poco a poco a la normalidad.