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Lunes, 3 de julio de 2006
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Sin noticias sobre la responsabilidad en el derribo de la casa anexa
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Si las familias afectadas por los desperfectos ocasionados por la promoción de viviendas del Residencial Siglo XII vienen pasando un auténtico calvario, lo mismo puede decirse del propietario de una casa anexa a la parcela en cuestión que tuvo que se derribada sin más contemplaciones.

Antonio Ojeda recuerda que vio su casa reducida a escombros unas dos semanas después de que en el Palacio de Carrizosa se produjeran los desalojos. Técnicos de Patrimonio de la Junta de Andalucía habían dictaminado que la edificación se encontraba en ruinas también por el desplome del muro medianero, un informe que después fue certificado por inspectores de Urbanismo.

Inmediatamente después «recibí un fax en el que me daban 24 horas para derribar mi casa». El plazo se prolongó hasta las 48 horas, pero, con tan escaso margen de maniobra, el propietario no pudo reaccionar y el Ayuntamiento ejecutó la demolición con carácter subsidiario.

«Ahora me veo sin mi casa, y sin todas las cosas que tenía dentro, porque ni siquiera me dejaron entrar para retirar muebles y otras pertenencias», lamenta Ojeda. Desde entonces, «nadie se ha preocupado por mi problema, ni la constructora, ni la promotora, ni sus aseguradoras, ni las administraciones».

Reclamaciones

La petición de Antonio Ojeda sigue siendo la misma: «Quiero mi casa, tal y como estaba». No obstante, parece que cualquier compensación la tendrá que gestionarla por la vía negociada y, en última instancia, en los tribunales.

En su caso, también considera Ojeda que podría haberse ahorrado bastantes quebraderos de cabeza si las instancias competentes hubieran atendido sus reclamaciones. Tras los primeros desprendimientos en el polémico muro, encargó un estudio y un informe patológico sobre su propiedad y los desperfectos que empezaba a presentar.

«Informamos tanto a la promotora como a Dragados, pero no hicieron nada. Cuatro o cinco meses después, se cayó el muro y me tiraron la casa», rememora Ojeda. Después de todo este tiempo de espera, todavía confía en que «todo se arreglará», bien sea mediante algún acuerdo amistoso o por la correspondiente resolución judicial. «Confío en la justicia -insiste-, aunque en un principio escriba con renglones torcidos».



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