Francisco de Andrés

La Meca

El islam latió un año más al unísono en el «hach», la gran cita anual de su ciudad santa

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Más de dos millones de fieles musulmanes procedentes de 156 naciones concluyeron ayer el «hach», la peregrinación anual a La Meca que todo mahometano debe cumplir al menos una vez en la vida si no se interpone un obstáculo mayor, económico o de salud. El viaje al lugar más sagrado del islam atrae y obliga por igual a todas las corrientes, tanto a la suní -que representa casi el 90 por ciento de los más de 1.300 millones de musulmanes- como a la chií, que suma alrededor del 10 por ciento. Para todos, el «hach» es una tregua, un lugar físico neutral, donde se olvidan las diferencias y agravios históricos que han dividido y siguen enfrentando a los dos grandes bandos rivales. El islam late al unísono en La Meca, y exhibe vértigo y éxtasis espiritual en su gran cita anual, que tiene un componente religioso innegable: implorar el perdón de Alá con un conjunto de ceremonias rituales que exigen de casi todos un fuerte nivel de exigencia física.

Catorce siglos de cisma -inicialmente por una mera cuestión sucesoria- han generado escuelas jurídicas y teológicas muy diversas entre los musulmanes, en particular en el ámbito suní, más ritual y formalista, y el chií, más cercano a la espiritualidad pero clerical y teocrático. No obstante, el fenómeno del «hach» -la llamada peregrinación mayor anual, distinta de las menores que se realizan en el resto del año- convierte al islam en un bloque compacto, un heterogéneo oleaje humano en espacios reducidos lleno de sintonía, que produce cierta envidia en el Occidente cristiano, donde hoy por hoy es inimaginable considerar una cita parecida de católicos y protestantes en la Plaza de San Pedro.

La Meca, cerrada a los «infieles», es el talismán al que se agarran quienes sueñan con un islam unificado. Allí, en torno a la Kaaba, el cubo que alberga la «piedra negra», entregada según la tradición musulmana por el ángel Gabriel a Abraham y su hijo Ismael, gira el proyecto integrista universal que mueve a una galaxia de movimientos islamistas. Son cinco días de ensoñación, los que dura el «hach». Luego, la vuelta a la realidad: la vida precaria de los peregrinos y el pulso a cara de perro entre Riad y Teherán.

.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación