Muere Jacques Chirac, el presidente que reconoció la participación de Francia en el Holocausto

Estuvo al frente de la República francesa desde 1995 hasta 2007

Jacques Chirac, presidente de Francia de 1995 al 2007 AP | Vídeo: ATLAS
Silvia Nieto

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El que fuera presidente y primer ministro de Francia y alcalde de París durante casi dos décadas, Jacques Chirac , ha muerto este jueves a los 86 años, después de varios gravemente enfermo, irreconocible para sus allegados, que le recordaban como a un hombre enérgico entregado a su afán de «conquista» del poder, como recuerda hoy el diario conservador «Le Figaro». Gran figura de la derecha francesa, Chirac ostentó todos los altos cargos de la República, y gozó de cierta fama de hombre cercano, acrecentada gracias al cariño popular que despertaban sus fotografías, más allá de las discusiones ideológicas sobre su figura. Signo de los tiempos, la página «Fuck Yeah Jacques Chirac», reproducida en varias redes sociales, publica imágenes del mandatario en momentos cómicos, con el cigarrillo enganchado a los labios o peinado con una gomina cercana al pegamento, una muestra de la admiración por la estética que envolvía al personaje.

Nacido en París en noviembre de 1932, Chirac hizo buena parte de sus estudios en la capital de Francia, incorporándose en 1951 al Institut de Sciences Politiques, donde conoció algunos de «sus grandes aliados políticos» y «flirteó», aunque por poco tiempo, «con el partido comunista», como recuerda el historiador John H. Tuppen en su libro «Chirac’s France, 1986-1988» (Palgrave Macmillan, 1991). Su carrera académica se completó en la École Nationale d’Administration, la ENA, donde se forma «la élite de funcionarios de Francia», y su juventud coincidió con la guerra de Argelia (1954-1962), en la que participó. Su acceso a los círculos de poder se produjo en 1962, llegando a incorporarse en el gabinete del por entonces primer ministro, Georges Pompidou . La buena sintonía con Pompidou fue decisiva para Chirac, que en 1967 entró en el Gobierno, nombrado secretario de Estado para el Trabajo. En 1968, ya era ministro de Finanzas. Sin embargo, su ambición le empujaba a mirar más lejos.

Llegada al Elíseo

El asalto de Chirac al Elíseo se produjo en varios capítulos. El primero, previo a sus años en la alcaldía de París, se saldó con su desempeño como primer ministro entre marzo de 1974 y agosto de 1976, cuando Valéry Giscard d’Éstaing ostentaba la presidencia de la República. Las diferencias con su superior le empujaron a dimitir tras apenas dos años. El segundo tuvo que esperar a marzo de 1986, cuando el presidente era el ambiguo y socialista Francois Miterrand. Las elecciones legislativas de ese año, que se habían saldado con una mayoría de derechas en la Asamblea Nacional, provocaron que Mitterrand llamara a Chirac a su puerta. Ante sí se encontraban dos hombres muy diferentes, que reunidos protagonizaban una imagen del reemplazo, de cambio de época.

Mitterrand, nacido en 1916, había vivido como adulto y en primera línea la Ocupación de Francia y la Segunda Guerra Mundial, desempeñando un papel que causa debate, y sonoras dudas donde a veces asoma la sombra de la colaboración. Chirac era por entonces un niño que se encaminaba a la adolescencia. No es un dato baladí. En julio de 1995, Chirac, ya a las riendas de la República, sería el primer presidente en reconocer la responsabilidad nacional en la redada del Velódromo de Invierno de 1942, cuando miles de judíos de París fueron arrestados y luego deportados a los campos de exterminio. La culpa de Francia, tanto tiempo escondida, se admitió porque los políticos ya no tenían nada que ocultar.

La llamada de Mitterrand en 1986 fue decisiva. Chirac levantó la pasarela que le condujo hacia el Elíseo a partir de ese momento, aunque tuvo que esperar a las elecciones presidenciales de mayo de 1995, donde derrotó al socialista Lionel Jospin , para abrir de una vez por todas las puertas del palacio con el que sueñan los políticos de Francia. Se sucedieron entonces sus doce años en la Presidencia, con otra reelección, en mayo de 2002, donde se negó a debatir con su rival en la segunda vuelta, Jean-Marie Le Pen , el padre de la Marine que ahora lidera a la extrema derecha francesa desde el partido Agrupación Nacional. Su abandono de la política, después de décadas de actividad infatigable, se produjo en marzo de 2007, cuando pasó el testigo a Nicolas Sarkozy . Un escándalo de corrupción, por el que fue condenado en 2011, ensombreció su retiro.

Esfera privada

La vida privada de Chirac no estuvo exenta de polémicas, como tampoco fue plana su personalidad. «Los intelectuales franceses, que a menudo dan lecciones, haría bien agrandando su campo de conocimiento, y así serían más modestos», confesó en 1996 a una periodista, Anne Fulda, criticando a un colectivo con el que mantuvo relaciones tensas, aunque no por su falta de interés por la cultura. El expresidente, siguiendo una saga donde también figuran Pompidou y Mitterrand, quiso legar un gran obra a París, y fue artífice de la apertura del Musée du Quai de Branly, dedicado al arte de África, Asia, Oceanía y América.

El interés por otros continentes no siempre estuvo exento de polémicas. Como recuerda hoy el medio «France 24», Chirac fue acusado de revivir la «Françafrique», la intervención excesiva de Francia en los asuntos de los países africanos, durante su mandato. El político estableció vínculos estrechos «con políticos africanos corruptos», relaciones que «fueron objeto de intesas especulaciones”. Sin embargo, al expresidente también se le recuerda por su negativa, en 2003, a participar en la guerra de Irak.

Sobre sus intimidades, las aventuras galantes de Chirac eran de sobra conocidas. El expresidente protagonizó un romance secreto, o tanto como pudo, con Jacqueline Chabridon, una joven periodista, a pesar de que llevaba años casado con Bernadette, su mujer. En un artículo sobre ese romance adúltero, el diario «Le Figaro» recordaba los obstáculos de un vínculo inesperado, y al final imposible. Ella era hija de un comunista de la vieja escuela, estaba casada y era marxista por convicción. Las ambiciones políticas terminaron por dinamitar una relación que antes pasearon en viajes oficiales por la Unión Soviética o la India. «Entre Jacques y Jacqueline existió una complicidad de clase, una especie de reconocimiento mutuo, el compartir placeres y valores simples». Un trato más coloquial, y muy alejado «del ambiente almidonado que reinaba en el seno de su familia política».

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