José M. de Areilza - MONNET & CO.

Una factura muy alta

China se beneficia más que nadie del vacío de poder que deja el repliegue de Estados Unidos

José M. de Areilza

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El rechazo frontal de Donald Trump a la mera idea de una negociación multilateral es a la vez una cuestión ideológica y un problema de temperamento, con costes cada vez más altos para el planeta. En la reunión anual del G-20 en Osaka, el magnate neoyorkino ha vuelto a despreciar a sus aliados. Ni los europeos ni tampoco el primer ministro japonés han escapado a sus críticas. Por contraste, la camaradería con Vladimir Putin, horas después de que el ex agente de la KGB haya anunciado el fracaso del liberalismo político, es más que una broma pesada.

Trump es un mal defensor de los intereses de su país en el mundo. El presidente norteamericano improvisa posiciones, fiándose de su intuición y sin una estrategia clara detrás, en vez de forjar coaliciones, encauzar problemas globales y aportar estabilidad. Uno de los factores que pueden acelerar una recesión económica es el deterioro progresivo de las instituciones y reglas internacionales. La evolución hacia un mundo menos organizado y más multipolar comenzó con el final de la guerra fría. Pero los regímenes multilaterales, con todas sus imperfecciones y carencias, funcionan como garantía de mínimos, para llegar a consensos imprescindibles. Las pasiones proteccionistas y ultranacionalistas de Trump, combinadas con su comportamiento de abusón de patio de colegio, suman una factura muy alta. Su capacidad de atención es otro factor preocupante: el presidente ha estado más pendiente de los debates en Miami entre los candidatos demócratas que de lo que ocurría en Japón.

Sin un interlocutor norteamericano central y fiable, las negociaciones del G-20 se quedan cojas. China se beneficia más que nadie del vacío de poder que deja el repliegue de Estados Unidos. En Osaka, Xi ha vuelto a defender el libre comercio global, sin renunciar a una política de expansión económica agresiva y a crear un modelo propio para liderar a la tecnología digital y la inteligencia artificial. Los pactos entre los líderes de las dos superpotencias que eviten la guerra comercial son necesarios. Pero aún más importante es contar con un presidente norteamericano que no contribuya a acelerar el desorden internacional.

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