Francisco de Andrés

¿De qué mundo árabe hablan?

La misión espacial de los Emiratos a Marte, presentada como un «logro árabe», es un brindis al sol

Un soldado libio leal al Gobierno en Trípoli prepara su armamento REUTERS

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Emiratos Árabes Unidos (EAU) ha celebrado esta semana el lanzamiento de una sonda espacial al planeta marte como un «logro nacional y árabe» que posiciona al rico territorio del Golfo como líder tecnológico en la región. Y poco más. Sorprende a estas alturas que algunas capitales de Oriente Próximo sigan invocando el ideal panarabista, cuando es difícil encontrar en la historia– y en particular en la reciente, tras la retirada de las potencias coloniales europeas– mayor división de espíritus entre la poblaciones árabes por muchas razones. No solo las propias de las arbitrarias divisiones territoriales, sino también las de religión por el conflicto secular entre las diversas corrientes del islam, en particular entre suníes y chiíes. Por no hablar de la que es quizá la más lacerante de las heridas internas: la enorme desigualdad económica entre los ricos habitantes del Golfo y el resto de sus hermanos de raza.

El mundo árabe se halla sumido en una crisis existencial aguda, y eso lo saben muy bien –para su desgracia– los palestinos moderados del presidente Abbas y los radicales de Hamás, que no pueden jugar esa carta en su pulso con Israel. Su drama está opacado desde hace muchos años por varias guerras civiles árabes, primero la de Irak y ahora las de Siria y Libia.

Los nuevos conflictos bélicos dividen y enfrentan a los árabes –la reciente decisión de Egipto de enviar fuerzas regulares a Libia es buen botón de muestra– y debilitan el poder de mediación de las potencias occidentales. Se fueron los británicos, se fueron los franceses, mucho antes dejaron la región los italianos, y ahora la Unión Europea se ha convertido en poco más que una oenegé. Si la política de EE.UU. no cambia, acabarán yéndose también los norteamericanos. Ahora quien mueve los hilos en el mundo árabe es Turquía –el gran enemigo a batir en los albores del panarabismo–, que interviene de una manera flagrante en las guerras de Siria y Libia, y de modo más sutil Rusia y China, que aspiran a ocupar el vacío que deje la superpotencia.

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