Francisco de Andrés

La humildad ¿es de derechas?

Merkel apela a la compasión por los mayores y Macron pide perdón por los errores en la gestión de la crisis

Dos bomberos franceses amenizan en una residencia de mayores en Niza REUTERS

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Caminamos hacia los dos meses de confinamiento «sin máscaras, sin test, sin gobernantes decentes». La protesta, convertida en mantra, en los medios de opinión y en las redes sociales españolas, frente a un gobierno aparentemente autista, contrasta vivamente con la atmósfera que empieza a prender en los países vecinos. En gran medida por la actitud contrita y compasiva que muestran algunos dirigentes europeos –al timón de una crisis menos aguda que la nuestra–, que hace legítimo preguntarse: ¿Es la humildad una política de derechas?

Dado que son conservadores los líderes que han emprendido esa vía así lo parece. Ayer, antes de lidiar con los presupuestos de la crisis del Covid-19 en el Consejo Europeo, la canciller Merkel realizó un diagnóstico profundamente humano del drama que se vive en tantos domicilios, hospitales y residencias de ancianos, y pidió perdón por las restricciones a las libertades, para las que pidió críticas y consenso. Los mayores que se mueren solos, dijo la canciller con la voz quebrada, «son los que hicieron realidad la Alemania próspera que hoy disfrutamos».

En su último discurso a la nación Emmanuel Macron también sorprendió por su tono modesto, arrepentido, y por su esfuerzo por infundir esperanza. Más o menos, los atributos que destacan en las intervenciones de Pedro Sánchez. El presidente francés pidió perdón por los fallos de su Administración en proveer a la población de test, mascarillas y una logística adecuada, y prometió sacar, a su debido tiempo, consecuencias de esos errores.

Como el ministro español del Interior, Grande Marlaska, insiste en que en España «el Gobierno no tiene que arrepentirse de nada», es inevitable la cita de Winston Churchill quien en un discurso precoz definía en 1908 la dócil sociedad que buscan los socialistas: ese «conjunto de individuos desagradables que obtuvieron la mayoría para su camarilla en algunas recientes elecciones, y cuyos oficiales ahora contemplan la humanidad a través de innumerables rejas y casillas y sobre innumerables mostradores y les dicen ‘billetes por favor’».

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