Francisco de Andrés

Ellos siguen allí

Los islamistas son un peligro real, frente al riesgo virtual de retorno a la Guerra Fría

Combatientes de Al Nusra, cercano a Al Qaida, en Siria AFP

No podía haber llegado en mejor momento el chivatazo y operativo norteamericano casi impecable para abatir al nuevo líder de Daesh. Se ha producido justo un día después de que el presidente Biden autorizara el envío al Este de Europa de tropas de élite para lanzar un mensaje a Putin de que EE.UU. sabe usar las armas. Pero la muerte de Al Quraishi tiene otra lectura. Mientras la atención mundial está centrada en el posible retorno a la Guerra Fría, un peligro hoy por hoy virtual creado con suma habilidad por el líder ruso, el riesgo real para la estabilidad de muchas regiones del planeta sigue estando en el terrorismo islámico.

Los yihadistas siguen allí, y siguen operando. En Oriente Próximo, en los países de mayoría musulmana, y en Occidente, a través de células clandestinas que siempre encuentran ‘lobos solitarios’ dispuestos a inmolarse con su cinturón de explosivos en un aeropuerto.

Daesh, Estado Islámico en la traducción de su acrónimo árabe, no ha desaparecido tras el fracaso del efímero ‘califato’ (2014-2017) que creó en territorio sirio e iraquí. Sigue activo en esos dos países, al igual que su competidor Al Qaida, el monstruo que llegó a su climax con los atentados del 11-S y que hoy se emplea en el negocio de las franquicias en África y Asia. Ambos grupos aspiran a imponer con la violencia y el terror sus proyectos de califato tanto en los territorios de mayoría musulmana (Dar al Islam) como en los de mayoría ‘infiel’ (Dar al Harb). La Europa que algunos califican de ‘post-cristiana’ ha dejado de pertenecer para los islamistas a las Gentes del Libro (la Biblia común), para ser una región infiel que merece una disciplina aún mayor.

Con la muerte de Al Quraishi, el presidente Biden se anota una muesca pero no limpia su historial de retirada y condescendencia hacia el islam radical. Fue también decisión del líder demócrata norteamericano permitir el regreso del movimiento talibán a Afganistán, un grupo que ciertamente no aspira –como Daesh y Al Qaida– al califato mundial, pero comparte el mismo ideario salafista: el retorno a la sociedad medieval de la era del profeta Mahoma.

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