Francisco de Andrés

China debe responder...pero no así

El miedo de Pekín a que se conozca la verdad del Covid-19 es una burla al sufrimiento de media humanidad

Chequeos a estudiantes en Wuhan antes de su vuelta a clase REUTERS

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El horror a la transparencia del régimen comunista chino –con el pretexto que sea– puede tener efectos catastróficos, porque impide que la investigación de la cura y de la vacuna para el Covid-19 avancen al ritmo que exige la salud de toda la población mundial. No son los políticos sino los virólogos los que coinciden en que conocer el origen del coronavirus es capital para poder prevenir en el futuro otra pandemia similar. Negar la mayor o, lo que es lo mismo, tratar de callar que el primer foco de infección se localizó en China es ponerse por montera meses de sufrimiento en todo el planeta.

Por eso, la decisión de los representantes diplomáticos europeos en Pekín de denunciar la censura de un artículo es un paso en la buena dirección. Europa no debe amedrentarse ante las amenazas veladas de Pekín, y hace bien en presionar –como lo hace EE.UU.– en favor de que investigadores independientes entren en Wuhan. Afortunadamente, no se ha repetido en esta ocasión el papelón de la representación diplomática de la UE, que hace una semana se plegó a las amenazas chinas, y autocensuró un documento comunitario en el que se denunciaba la propaganda del régimen de Pekín, para ocultar su responsabilidad en el origen de la pandemia.

Tal como denunciaron entonces los dos principales diarios norteamericanos –el New York Times y el Washington Post, nada sospechos de ser pro-Trump–, la decisión de censurar el documento para evitar la ira china partió del propio Alto Representante diplomático de la UE, Josep Borrell. Su autoproclamada política del «pragmatismo» es en realidad sectaria, como demuestran sus mensajes de simpatía hacia el régimen de Putin, el cubano o el venezolano. Si Maduro no quiere irse, ha venido a decir Borrell, convivamos con él, «no repitamos el error de las sanciones a Cuba». El problema de ese «realismo» diplomático con sistemas matones como el chino que llevan hasta la autocensura es que siempre –es matemático– hacen sentirse más fuerte al que intimida.

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